Catalina es la primera beata pielroja de América en subir a los altares, primera flor de la inocencia cristiana. Nació en Fort Orange, la actual Albany, en 1656, de padres de dos etnias diversas: el padre iroqués pagano y la madre algonquina cristiana. En 1660 escapó a la epidemia de viruela que, sin embargo, le dejó el rostro desfigurado y una grave merma de la vista, signos que le procuraron una vida social difícil entre su gente. Queda pronto huérfana, y fue acogida por un tío que la encarga ayudar a su mujer en el gobierno de la casa; el nombre de Tekawitha le fue dado porque significa «la que pone las cosas en orden».
Alcanzada la edad de matrimonio, rechazó las propuestas que se le hacían, en 1675 algunos misioneros católicos franceses en Canadá llegaron a su aldea, y sus conocimientos sobre la religión profesada los fascinaron hasta el punto de que alrededor de un año después recibió, el día de Pascua de 1676, el Santo Bautismo; se le dio el nombre de Kateri (Catalina).
Para huir de las iras de su tío pagano tuvo que refugiarse en las misiones de San Francisco Javier en Sault, en Montreal, donde inició una vida de oración y extraordinaria piedad. Para no entorpecer las funciones religiosas y sus obligaciones con la familia que la hospedaba, Kateri se retiraba a lo profundo del campo a rezar, recitaba el santo Rosario a la mañana, en medio del gran frío canadiense, dando vueltas en torno a los campos cultivados de maíz, completando sus oraciones en la pequeña capilla del pueblo.
El 25 de marzo de 1679 hizo voto de virginidad perpetua, imponiéndose pesadas penitencias. Destruida por las enfermedades y los padecimientos murió el 17 de abril de 1680 con sólo veinticuatro años. Después de su muerte desaparecieron de su rostro los signos de la viruela. Fue beatificada por SS Juan Pablo II el 22 de junio de 1980 y canonizada por Benedicto XVI el 21 de octubre de 2012.
Traducido para ETF del artículo de Antonio Borrelli.