El padre de san Vulfrano fue un oficial del rey Dagoberto y el mismo santo, aunque llamado desde muy joven al sacerdocio, vivió en la corte. Cuando murió Lamberto, arzobispo de Sens, fue elegido Vulfrano para sucederle, como 28º titular de la sede y desempeñó sus deberes episcopales devotamente por dos años y medio. Al cabo de ese breve tiempo renunció solemnemente, movido por el deseo de trabajar entre los paganos frisios. Se ha llegado a conjeturar que hubiera abdicado atormentado por dudas sobre la lgalidad de su designación, ya que por mucho tiempo se pensó que san Amado, injustamente desterrado por Teodorico III, había sido obispo de Sens (senonensis, sennensis), y que por tanto estaría aun vivo y sería el legítimo titular cuando san Vulfrano fue designado; pero no pasa de ser una confusión verbal, ya que en realidad san Amado fue obispo de Sion (sedunensis), en Suiza, y su caso no tiene ninguna relación con la vida de san Vulfrano.
Como preparación para sus trabajos misionales, Vulfrano se retiró a la abadía de Fontenelle y ahí obtuvo monjes que lo ayudaron en su misión. Viajaron por mar y, después de desembarcar en Frieslandia (actual provincia al norte de Países Bajos), tuvieron éxito al convertir a gran número de gentes, incluyendo a uno de los hijos del rey Radbod, y lucharon para arrancar a los nativos de la práctica de los sacrificios humanos. En respuesta a las protestas de san Vulfrano, el rey Dadbod declaró que era la costumbre del país, y que no podía ni quería intervenir. Las prácticas habían llegado hasta el extremo de echar suertes sobre la víctima, que generalmente era un niño de noble cuna. Un pequeño llamado Ovon fue escogido en esta forma y san Vulfrano suplicó que fuera perdonado. El rey respondió que Vulfrano estaba en libertad de rescatar al niño, mediante el poder de su Dios, si acaso lo tenía. El santo se puso en oración y, después de que el niño había sido colgado durante dos horas, la cuerda se rompió y el chico cayó al suelo. Estaba todavía vivo y fue entregado a Vulfrano, quien lo envió a Fontenelle, donde se hizo monje y sacerdote y, posteriormente, escribió los detalles de la misión del santo en la tierra de los frisios.
San Vulfrano, también de modo admirable, rescató a dos niños que habían sido sumergidos en el agua, como víctimas ofrecidas a la deidad marina. De acuerdo con un relato, que, sin embargo, no ha sido encontrado en los primeros manuscritos de su vida, el rey Radbod se impresionó tanto con los milagros del santo, que consintió en bautizarse. Pero en el último momento preguntó, inesperadamente, dónde estaban sus antepasados y san Vulfrano le informó que el infierno era el lugar de todos los idólatras. Al oír estas palabras, Radbod se retractó, declarando que escogía el infierno con sus antepasados en vez del cielo sin ellos. Después de trabajar por varios años entre los frisios, san Vulfrano volvió a Fontenelle, donde murió. Sus reliquias fueron trasladadas primero a Blandigny y después a Abbeville, donde son veneradas aún.
La vida de san Vulfrano, escrita en latín (impresa por Mabillón, vol. III, pt. I, y publicada en edición crítica por W. Levison, en MGH., Scriptores Merov., vol. V), pretende estar escrita por Jonás, monje de Fontenelle y contemporáneo del santo. A pesar de la defensa intentada por el padre Legris (Analecta Bollandiana vol. XVII, pp. 265-306), parece cierto que debe haber sido recopilada aproximadamente un siglo después (véase Analecta Bollandiana, vol. XIX, p. 234; vol. XXIX, p. 450) y que no es históricamente digna de fe. Existe una breve historia de san Vulfrano, en inglés, escrita por W. Glaister y otra en francés, por Sauvage y La Vieille (1876). Cf. Duchesne, Fastes Episcopaux, vol. II, p. 413. Basado en Thurston, «Vidas de los Santos de Butler», cn algunos cambios en relación a san Amado.