En la actual edición del Martirologio Romano, la memoria de san Vito ya no incluye las de Modesto y Crescencia; sin embargo, puesto que esta hagiografía del Butler está redactada para la edición anterior a la reforma del santoral, menciona juntos a los tres, y pareció mejor conservar la referencia que modificar la narración del libro, donde están bien expuestos la antigüedad y el fundamento del culto a san Vito.
El culto a estos tres santos se remonta a tiempos muy antiguos; sus nombres aparecen en el llamado martirologio de San Jerónimo, o Hieronymianum, y puede darse por cierto que eran tres cristianos que dieron su vida por la fe en la provincia romana de Lucania, en el sur de Italia. Nada se sabe, en realidad, sobre su historia o las circunstancias de su martirio; incluso la fecha de su muerte es muy incierta. Posiblemente, como lo afirma la tradición, eran naturales de Sicilia, pero sus leyendas son fabulosas recopilaciones que datan de tiempos muy posteriores. En 775, se llevaron a París las supuestas reliquias de san Vito, y de ahí se trasladaron a Corvey, en Sajonia, en 836. Desde entonces se extendió tanto la veneración por este santo en Alemania, que se incluyó su nombre entre los Catorce Santos Protectores y se le consideró como patrono especial de los epilépticos y de los afectados por esa enfermedad nerviosa que se conoce con el nombre de «Baile de San Vito»; tal vez por eso se le tiene también por protector de los bailarines y actores. Asimismo, se le invocaba contra el peligro de las tormentas, contra el exceso de sueño, las mordeduras de perros rabiosos y de serpientes y contra todos los daños que las bestias puedan hacer a los hombres. En consecuencia, a menudo se le representa acompañado de alguna fiera.
La historia que refieren las leyendas populares puede resumirse como sigue: Vito era el hijo único de un senador siciliano, llamado Hylas. Entre la edad de siete y doce años, fue convertido al cristianismo y se le bautizó sin el consentimiento de sus padres. Las numerosas conversiones que consiguió y los espectaculares milagros que realizó llamaron la atención de Valeriano, gobernador de Sicilia, quien se confabuló con Hylas para obligar al muchacho a que renunciara a su fe. Pero ni los halagos, ni las amenazas, ni aun los sufrimientos físicos, doblegaron la constancia de Vito. A impulsos de una inspiración divina, escapó de su casa y de Sicilia, junto con su tutor Modesto y su sierva Crescencia. Un ángel llevó con bien la frágil embarcación en que huyeron hasta las costas de Lucania; ahí permanecieron durante algún tiempo, ocupados en predicar el Evangelio a las gentes del lugar y sostenidos por el alimento que, a diario, les traía un águila. Después caminaron hasta Roma, donde san Vito curó al hijo del emperador Diocleciano, al lanzar fuera, en nombre de Cristo, los malignos espíritus que le poseían; pero en vista de que Vito y sus compañeros se negaron rotundamente a ofrecer sacrificios a los dioses, las gentes atribuyeron sus poderes sobrenaturales a la magia, a pesar de las protestas de los cristianos, quienes aseguraban que les venían del único Dios verdadero. A pedido de la muchedumbre, Vito fue sumergido en un caldero con plomo derretido, alquitrán y resinas, del que salió tan ileso como si hubiese tomado un baño de agua fresca. Entonces metieron al joven a la jaula de un león hambriento que no hizo más que lamerle mansamente los pies. Decididos a terminar con Vito, los verdugos le ataron al potro de hierro, lo mismo que a Modesto y Crescencia; tiraron de sus miembros hasta descoyuntarlos y se disponían a darles muerte con la espada, cuando se desencadenó una tempestad furiosa que destruyó muchos templos de ídolos y acabó con la vida de multitud de paganos. En medio de la tormenta bajó del cielo un ángel que cortó las ligaduras que ataban a los tres mártires al potro. El mismo espíritu celestial los sacó de Roma y los condujo a Lucania, donde murieron los tres tranquilamente, agotados por sus sufrimientos.
Los varios textos del acta de San Vito y compañeros, se hallan debidamente registrados en BHL., junto con los relatos sobre las traslaciones de sus reliquias (nos. 8711-8723). Los más importantes de esos documentos se encuentran impresos en Acta Sanctorum, junio, vol. III. También existe una versión en griego sobre la historia y, de ella se extrajeron las notas que figuran en los sinaxarios. Véase la edición de Delehaye del Constantinopolitanum, c. 751. Todos estos documentos indican que, al principio, se veneró sólo a San Vito y que los nombres de Modesto y Crescencia se unieron al suyo, después de que algún escritor fabricó la historia que ahora conocemos.
Imagen: San Vito, por Teoderico de Praga, pintura de aproximadamente 1365.