Entre los grandes obispos de la Iglesia occidental en el siglo IV, se distinguieron tres prelados de las Galias: san Hilario de Poitiers, san Martín de Tours y san Victricio de Rouen. Este último tiene menor fama porque poseemos menos datos acerca de él, en tanto que existen numerosos documentos sobre la vida de los otros dos. Probablemente nació no lejos de Scheldt hacia el año 330. Su padre, o uno de sus próximos ancestros, había sido soldado de la legión romana llamada «Victrix». Nada sabemos acerca de sus primeros años, pero sí que a los diecisiete ingresó en el ejército, y poco después se convirtió al cristianismo. En aquella época, la Iglesia no había decidido todavía la legitimidad de la carrera militar y no faltaban hombres buenos y sabios que pensaban que un cristiano no tenía derecho a abrazar la carrera de las armas. Así pues, san Victricio las depuso durante un desfile militar y renunció a la carrera (cf. san Martín de Tours, quien se vio en las mismas circunstancias). Como su período de servicio no había terminado, el tribuno consideró el gesto de Victricio como una falta de disciplina y le mandó azotar. Como permaneció inconmovible durante el castigo, el tribuno apeló al «comes» (conde), quien le condenó a muerte por deserción. San Paulino de Nola afirma en una de sus cartas que una intervención milagrosa del cielo impidió la ejecución de la sentencia. En todo caso, Victricio y otros soldados cristianos fueron dados de baja del ejército y se los puso en libertad.
A este acontecimiento sigue una laguna en nuestro conocimiento de la vida del santo. Cuando volvemos a encontrarle, era ya obispo de Rouen. Debió ser elegido hacia el año 386. En su diócesis había aún muchos gentiles. El obispo trabajó celosamente por su conversión e introdujo en Rouen la vida monástica, que todavía no estaba muy organizada por aquella época en las Galias. Los monjes y monjas de san Victricio eran un «grupo de ascetas, enflaquecidos por la penitencia» y un «coro de vírgenes, cuya vida es a los ojos de Dios todavía más espléndida de lo que parece ruda a los ojos del mundo». San Ambrosio regaló a san Victricio muchas reliquias de santos que el pueblo de Rouen recibió en solemne procesión, para depositarlas en un santuario. A propósito de la traslación de esas reliquias, san Victricio predicó o escribió su tratado «Sobre la alabanza de los santos», que es a la vez un panegírico y una tesis sobre su culto. Desde el punto de vista literario, dicho tratado es particularmente interesante para el estudio del «cursus» rítmico. El santo obispo fundó varias parroquias rurales, que en aquella época eran casi una novedad. Sin embargo, la conversión de los campesinos paganos fue muy lenta y duró todavía dos siglos. San Victricio predicó en el Artois, en el occidente de Flandes, en Hainault y en Brabante. Pero lo más importante de su obra fue la fundación de centros monásticos, que los bárbaros destruyeron en las invasiones del siglo V. La fama de la prudencia y santidad de san Victricio llegó hasta Inglaterra y, el año 396, el santo fue a ese país, a petición de algunos prelados, para zanjar las diferencias que existían entre ellos. Ignoramos sobre qué versaban tales diferencias; lo cierto es que según su propia expresión, san Victricio «hizo todo lo que pudo, aunque no tal vez todo lo que de él se esperaba ... Inspiré a los sabios el amor de la paz, lo enseñé a quienes eran capaces de comprenderlo, lo expliqué a los ignorantes y lo expuse a los obstinados, con insistencia oportuna e importuna ...»
Hacia el fin de su vida, san Victricio fue acusado de herejía, e hizo un viaje a Roma para defenderse. Consiguió sin dificultad probar su inocencia y recibió del Papa san Inocencio I, el año 404, una famosa carta decretal sobre cuestiones disciplinarias; en ella hablaba el Pontífice de la costumbre de que los obispos refiriesen a la Santa Sede las causas más importantes. No sabemos con exactitud en qué año murió san Victricio.
Dada la importancia del papel que desempeñó San Victricio en la historia, es curioso que tengamos tan pocos datos acerca de él. Nuestra información se reduce prácticamente a los datos que se encuentran en las cartas 18 y 37 de san Paulino de Nola. El sermón o tratado sobre el culto a lso santos fue encontrado en el siglo XVIII. Véase Patrología, Di Berardino, BAC 1981, pág 670-71.