Según la tradición, Pedro, antes de llegar a Roma, paró en un pequeña pueblo no lejos de la futura República Marítima de Pisa. El recuerdo de este descanso de Pedro es la bellísima iglesia de San Piero a Grado, que aun hoy testimonia los orígenes de la presencia del cristianismo en la provincia pisana. Las escasas noticias sobre Torpete nos informan que fue contemporáneo de esta llegada. Las Actas del martirio de san Torpetes, que atestiguan la devoción por el santo pisano ya desde el siglo IX, el trabajo de los Bolandistas, y el Martirologio Romano, que contiene el breve elogio del santo mártir, constituyen las únicas escasas fuentes, que si bien deben ser leídas con mucha prudencia, ofrecen un cuadro general plausible sobre la figura del santo.
Torpete vivió en tiempo de persecución. El Imperio Romano, que tuvo a menudo con la Iglesia cristiana una relación conflictiva y a veces abiertamente hostil, recurrió incluso a la intimidación y eliminación física de los seguidores de Jesús. Convertido en cristiano, Torpetes practicó en secreto la nueva religión; esto no le impide jugar un papel importante en la administración romana. Situación que no era infrecuente, como puede deducirse de Filipenses 4,22.
Vuelto a Pisa, fue reconocido cristiano por el prefecto de la ciudad, Satellico, el cual intentó volverlo a la religión pagana. Pero de nada valieron sus esfuerzos: ni las falsas promesas, ni las pruebas físicas convencieron a Torpetes de renegar de Jesús, que lo recibió en el cielo el 29 de abril, día de su martirio. Después de su muerte, el cuerpo fue abandonado sobre una embarcación que encalló en Sino, un puerto no reconocido, situado por algunos en Francia, por otros en España, o incluso en Portugal. Cada una de estas naciones reivindica, de hecho, el cuerpo de Torpetes, testimonio de que el culto del santo es, efectivamente, muy antiguo, como muestran también las iglesias del siglo XI dedicadas en su honor. Siempre en el mismo siglo, en torno al 1084, se encuentran trazos de la iglesia de San Torpete en Pisa.
La importancia del santo pisano crece con el tiempo y también en virtud de numerosos milagros que se le atribuyen. Monseñor Federigo Visconti, obispo de Pisa de 1254 a 1278, reporta en el Sermón 36, proclamado el día de la Ascensión, que la iglesa de San Piero a Grado era meta de muchos peregrinos, no sólo toscanos, que «concurrunt cum devozione maxima ad Ecclesiam istam beati Petri Apostoli» (concurren con máxima devoción a esta iglesia de san Pedro Apóstol). Y el Código Civil de la República de 1284 establecía el 29 de abril como celebración de su fiesta. Entre los signos prodigiosos del santo, debe recordarse el del 29 de abril de 1633: presa de una gravísima peste, la ciudad de Pisa recurre a la oración y a la intercesión de Torpetes, y fue inmediatamente liberada del mal.
Traducido para ETF de un artículo de Massimo Salani. Cuadro: la cabeza de Torpete es recuperada del mar por los ángeles.