San Teófilo, el confesor de Bulgaria, es nativo de la comarca de Tiberíada. A la edad de trece años, el santo abandonó su hogar en secreto y se escapó al monasterio en el Monte Selenteya. Allí maduró espiritualmente, guiado por el anciano san Esteban. San Teófilo recibió después de tres años la tonsura monástica. Cuando los padres del santo se enteraron en dónde este se encontraba, fueron al monasterio a pedir del abad a que le enviaran a Teófilo y a varios otros monjes a fundar un monasterio más cerca de su domicilio. El abad le pidió a los monjes a que ayunaran y oraran en espera de un signo. Al tercer día, se escuchó una voz en la iglesia bendiciendo la empresa de Teófilo y prometiendo reconocimiento a su virtud.
Durante el período de la controversia iconoclasta que culminó durante el reinado del despiadado emperador León Isáurico (717-741), san Teófilo se opuso abiertamente a la necedad iconoclasta. Siguiendo las órdenes del emperador, el oficial Hipatio apresó a Teófilo a quien le imprecaba con frecuencia a que renunciara a la veneración de los íconos. Teófilo permaneció incólume y en cambio, convirtió a Hipatio. Como prueba de la validez de las santas imágenes, Teófilo citaba a la serpiente de bronce eregida por Moisés en el desierto (Números 21:9) y la colocación de querubines sobre el Arca de la Alianza, y finalmente, el hecho de que el mismo Salvador envió a Abgar, el Prícipe de Edesa, el ícono «no-hecho-por-manos». Persuadido por esta evidencia, Hipatio recibió permiso del emperador para librar al santo. Teófilo regresó a su monasterio y vivió por poco tiempo, cayendo dormido en el Señor en el año 716.
Tomado del Synaxario (santoral) ortodoxo, citado en el blog Vivificat.