Se supone que san Siagrio era de origen galo-romano. Hacia el año 560 fue elegido obispo de Autun. Su influencia se dejó sentir tanto en los concilios como en la reforma de la vida cristiana del pueblo. El santo tuvo que encargarse del delicado asunto de restablecer la paz en el convento de la Santa Cruz de Poitiers, donde dos religiosas se habían rebelado contra la abadesa. Como la tarea era demasiado difícil, san Siagrio pidió ayuda a otros obispos, y finalmente las rebeldes fueron excomulgadas por un sínodo. A lo que parece, esa experiencia desagradable volvió muy cauto a san Siagrio, ya que algunos años más tarde le reprendió el papa san Gregorio Magno por no haber impedido que una religiosa (¡llamada Siagria!) fuese raptada y contrajese matrimonio. Sin embargo, dicho Pontífice dio repetidas muestras de la estima que profesaba por la virtud y habilidad de san Siagrio. Así, por ejemplo, cuando envió a Inglaterra a san Agustín y otros misioneros, les recomendó a san Siagrio, quien les brindó hospedaje. Además, aunque Siagrio era simplemente obispo, el Pontífice le autorizó a llevar al palio, a petición de la reina Brunilda. El rey Gontrán, quien le apreciaba mucho, le escogió por compañero de viaje cuando fue el bautismo de Clotario II, que tuvo lugar en Nanterre el año 591.
Ver Acta Sanctorum, agosto, vol. VI ; y Duchesne, Fastes Episcopaux, vol. II, p. 173.