Este santo es en verdad una figura singular, un santo pobrísimo, humildísimo, casi analfabeto, despreciado e inclusive perseguido antes de ser reconocido como el «gran taumaturgo del siglo XVI».
Nacido en España, en Santa Colomba de Farnés, cerca de Girona, en diciembre de 1520, de familia pobre, siguió pobre por toda su vida. Quedó huérfano siendo adolescente, dejó su tierra natal para buscar trabajo en Barcelona, donde aprendió zapatería para sostenerse él y sostener a su hermana menor, Blasia. Una vez casada ésta, Salvador pudo finalmente seguir su vocación religiosa. De Barcelona se fue a la abadía de Montserrat, donde fue bien acogido por los benedictinos, que esperaban tenerlo como uno de sus hermanos legos, pero la vocación de Salvador era para la extrema pobreza y humildad, por lo cual no tomó el hábito benedictino, sino que regresó a Barcelona y tomó el hábito franciscano.
El 3 de mayo de 1551 fue recibido en el convento de Barcelona, donde rápidamente llamó la atención de los religiosos por su gran piedad. Se le encomendaban los trabajos más bajos y fatigosos. Alrededor del hermano más humilde del convento, comenzaron a producirse milagros cada vez más numerosos y ruidosos. Muy pronto se encontró con la incomprensión de sus cohermanos y la hostilidad de los superiores. Pensaron que el hermano campesino estaba endemoniado. Fue aislado y exorcizado para liberarlo del demonio. Pero los milagros continuaron y el caso desconcertante fue llevado a la Inquisición, la cual no supo pronunciarse. En cambio el pueblo fue más lúcido para reconocer el soplo de la santidad. Alrededor del hermano sospechoso y despreciado se acercó pronto una multitud de necesitados, enfermos, atribulados, entre los cuales se multiplicaron los episodios prodigiosos. Para sustraerlo a la curiosidad popular, Salvador fue trasladado de convento en convento. Siempre se mantuvo sereno en su larga y humillante peregrinación, contento con su trabajo y su ferviente oración.
De Tortosa fue enviado a Bellpuig, de aquí por doce años a Horta, de aquí, con otro nombre, fue destinado a Reus, donde lo esperaban nuevas persecuciones, un ulterior traslado a Barcelona, sede de la Inquisición. Cuando ya no fue suficiente España para esconder sus milagros, aprovechando la necesidad de hermanos en Cerdeña, que entonces dependía de la corona española, fue enviado a la isla, al convento de Santa María de Jesús, última estación de su doloroso Calvario, donde por fin encontró un verdadero asilo de paz, los últimos dieciocho meses de su vida. Murió a los 47 años de edad en Cagliari, el 18 de marzo de 1567. Su sepulcro se hizo famoso por sus milagros. La santidad que no fueron capaces de reconocer sus hermanos, fue siempre reconocida por el pueblo de Dios en todos los lugares a donde fue enviado Fray Salvador. Su cuerpo se venera en la iglesia de Santa Rosalía. Fue canonizado por SS. Pío XI el 17 de abril de 1938.
Cuadro: Bartolomé Murillo, «Salvador de Horta ante el Inquisidor de Aragón», 1645, Museo del Estado, en Bayona, Francia.