Fue obispo de Autún, Borgoña, a comienzos del siglo IV. Estuvo presente en el sínodo romano celebrado en Letrán, el año 313, por el papa san Melquíades y en el que se brindó apoyo al legítimo obispo de Cartago, Ceciliano, acosado por las maquinaciones de Donato y de su partido. Esta decisión sería Igualmente apoyada al año siguiente por el primer sínodo de Arlés. Fue amigo del emperador Constantino y se dice que fue este obispo el que puso al corriente al emperador de la doctrina cristiana.
Reticio sobresalió como insigne predicador de la divina palabra y su conocimiento de la Sagrada Escritura, que le valió cálidos elogios años más tarde por parte de san Jerónimo en su libro De viris illustribus, le dio un gran prestigio en la Iglesia de Occidente. Su memoria es igualmente evocada por san Agustín en su Tratado contra Pelagio como persona de gran autoridad en su tiempo. Murió posiblemente hacia el año 334.