Algunos estudiosos de la Iglesia de Sorrento, dicen que fue el segundo obispo de la ciudad, otros, que el primero. Probablemente fue uno de aquellos ermitaños, como Castello de Castellammare o Antonino de Sorrento, que vivieron entre los siglos VI y IX, en las colinas de la península sorrentina.
El sermón sobre el santo, compuesto a fines del siglo VIII, no le da el título de obispo, ni es mencionado como tal en la «Vida» de san Antonio Abad, del siglo IX, donde se narra que Renato se le aparece -bajo la forma de un venerable anciano, sin pelo y con barba, junto con los santos patronos de Sorrento, Antonio, Atanasio, Bacoli y Valerio- al noble napolitano Sergio Pipino en la víspera de la batalla contra los sarracenos del 846.
La ermita de Renato parece haberse convertido en la primera catedral de Sorrento y fue confiada a los benedictinos de Monte Casino, ya desde el siglo VIII, quienes en 1603 construyeron una gran basílica junto a la antigua capilla. Durante los trabajos salieron a la luz reliquias atribuidas a los santos Renato y Valerio.
El culto se difundió mucho en la Campania, y en Sorrento hay una capilla dedicada a él en la Catedral, y se lo celebra con el título de confesor. En el Monte Faito, en la ciudad de Vico Equense, había ya en 1340 una pequeña iglesia dedicada a San Renato, que se convirtió en el centro de su culto. Varios lugares se le dedicaron en Nápoles, menciona en documentos de julio de 1276 y marzo 1367, y en Capua, Sarno, Nola, en el siglo XIV.
El intercambio frecuente que entre los siglos XIII y XV hubo entre la Campania y Provenza, bajo la dominación de Anjou en Nápoles, llevó a la confusión de la figura de san Renato de Sorrento, con la de san Renato obispo de Angers, quien -según la leyenda-, se retiró a la vida eremítica en Sorrento, y fue llamado a ser obispo de la ciudad.
Traducido para ETF de un artículo de Antonio Borrelli.