San Quintín era romano. Según la leyenda, partió a la Galia en compañía de san Luciano de Beauvais. Ambos predicaron juntos en ese país, y no se separaron sino hasta llegar a Amiens. San Quintín se quedó allí, para hacer el intento de ganar a Cristo esa comarca con el trabajo y la oración. Su premio fue la corona del martirio. El prefecto Ricciovaro, habiendo tenido noticias de los progresos del cristianismo en Amiens, mandó aprehender a san Quintín. Al día siguiente, el santo misionero compareció ante el prefecto, que trató en vano de doblegarle con promesas y amenazas. Como no lo lograse, le mandó azotar y le encerró en una mazmorra, a donde los cristianos no podían ir a visitarle.
El relato del martirio de San Quintín está formado por una serie de torturas y milagros inventados. Se cuenta que se le atormentó en el potro hasta descoyuntarle todos los huesos; después se le desgarró con garfios, se le virtió aceite hirviente en la espalda y se le aplicaron a los costados antorchas encendidas. Con la ayuda de un ángel, Quintín escapó de la prisión, pero los guardias le arrestaron nuevamente cuando predicaba en la plaza pública. Al partir de Amiens, Ricciovaro mandó que Quintín fuese conducido a Augusta Veromanduorum (actualmente Saint-Quentin) y allí trató de doblegarle otra vez. Finalmente, avergonzado al verse vencido por el santo, Ricciovaro mandó torturarle de nuevo y degollarle. En el momento de la ejecución, una paloma salió del cuello cercenado y se perdió en el cielo. El cadáver fue arrojado al río Somme, pero los cristianos lo recuperaron y lo sepultaron cerca de la ciudad.
Dado que san Gregorio de Tours habla ya de una iglesia dedicada a San Quintín, no hay razón para dudar que haya sido un mártir auténtico. Pero su biografía ha sido embellecida con toda clase de agregados legendarios y existen versiones muy diferentes.
Véase una lista de las leyendas en Biblioteca Hagiográfica Latina, nn. 6999-7021. En el largo artículo consagrado a san Quintín, en Acta Sanctorum, oct., vol. XIII (1883) se citan varios textos de la leyenda y algunos relatos de la translación de las reliquias; pero de entonces acá, se han descubierto otras versiones, entre las que se cuenta cierto número de poemas carolingios (por ej. Analecta Bollandiana, vol. xx, 1901, pp. 1=44). Es interesante notar que Beda conoció la leyenda de San Quintín; véase Martyrologes historiques de Dom Quentin, quien opina que el pasaje de Beda es auténtico. La expresión castellana «armarse la de san Quintín» no se refiere de manera directa al santo, sino a las batallas (varias a lo largo de la historia) ocurridas en torno a la ciudad de Saint-Quentin.