Sobre Publio de Atenas tenemos dos referencias tangenciales en la Historia Eclesiástica de Eusebio. En ella nos cuenta el historiador que Dionisio de Alejandría era dado a escribir cartas «católicas» a las comunidades, lo que hoy llamaríamos «cartas abiertas», es decir, concebidas para ser leídas no sólo por sus destinatarios inmediatos, sino para, en este caso, crecimiento en la fe de las comunidades, aunque no fueran las que estaban bajo su báculo. En una de esas cartas, dirigida a los fieles de Atenas, dice Eusebio que Dionisio los llama «a la fe y a una conducta conforme al Evangelio; a los que descuidan ésta los reprende por haber estado a punto de apostatar de la doctrina, precisamente desde que aconteció que su presidente Publio, sufrió martirio en las persecuciones de por entonces. Menciona -sigue contando Eusebio- que Cuadrato fue nombrado obispo suyo después del martirio de Publio [...] A continuación muestra que Dionisio el Areopagita, después de convertido a la fe por Pablo, según lo expuesto en los Hechos, fue el primero al que se confió el episcopado de la Iglesia de Atenas.» Aunque esto es todo lo más directo que tenemos sobre san Publio, el párrafo ha dado lugar a un conjunto de afirmaciones sobre el santo, algunas más pertinentes que otras, que trataremos de ordenar y presentar.
Estas dos pequeñas alusiones de Dionisio de Alejandría, una al martirio y la otra a la sucesión, nos asegura la existencia del santo, la sede que ocupó, y nos pone en la pista de la época aproximada de su episcopado. Lamentablemente, sólo puede ser aproximada, porque en realidad no sabemos a cuánta distancia del martirio de Publio escribe Dionisio de Alejandría, del siglo III, ni sabemos cuántos obispos hubo entre el primero de Atenas, Dionisio el Areopagita, y Publio, así como no sabemos quién es el obispo Cuadrato que menciona como sucesor de Publio. Podría tratarse de la persecución de Marco Aurelio, o de su antecesor Antonino Pío, lo que nos da un rango de entre el 138 y el 180. Podría ser antes, pero difícilmente Dionisio de Alejandría esté aludiendo a hechos remotos para él, más bien les recuerda a los atenienses hechos recientes, quizás un período de sede vancante especialmente problemático.
Es poco probable, entonces, que Publio sea el segundo obispo de Atenas, inmediatamente después de Dionisio el Areopagita, como lo afirman la mayoría de los martirologios antiguos, la confusión se debe exclusivamente al orden en que los mencionó Dionisio de Alejandría en este fragmento, pero como el lector puede comprobar, en ningún momento la carta sugiere que Publio sea el sucesor directo de Dionisio Areopagita, lo que es muy difícil, teniendo en cuenta que el episcopado de éste no pudo haber pasado del fin del último cuarto del siglo I. A su vez, aunque sabemos que el sucesor de Publio -con un período de sede vacante o inmediatamente- se llamó Cuadrato, no hay ninguna razón para identificarlo con Cuadrato el apologista, que murió en la persecución de Adriano (antes del 138), por lo que obligaría a mover la cronología, a suponer que Dionisio de Alejandría está hablando de hechos que de ninguna manre pudieron ser contemporáneos de él, sólo para poder encajar a Publio en una fecha que no surge de ningún otro dato. Lamentablemente, el hecho de que Eusebio nombra a Cuadrato, y que el nombre de Cuadrato nos es familiar sobre todo por el apologista de inicios del siglo II, hizo que san Jerónimo se lanzara a la aventura de identificarlos; efectivamente, en su De Viris Ilustribus dice que el sucesor de Publio es Cuadrato el apologista, lo que lo hace, por supuesto, obispo de Atenas además de apologista. El prestigio de san Jerónimo llevó a que esta identificación completamente gratuita e improbable fuera asumida sin más por los martirologios históricos.
Una última confusión debe desbrozarse para que la figura de Publio quede restablecida en su lugar y tiempo, pero esta vez parece que la responsabilidad se la debemos atrubuir a unos exacerbados sentimientos nacionales: en Hechos de los Apóstoles 28,7 se menciona a un tal Publio, «principal de la isla de Malta», a donde había ido a parar Pablo en su nafragio, cuando era conducido prisionero a Roma; este Publio tenía a su padre enfermo, y Pablo lo curó; la noticia corrió y se sucedieron otras curaciones, terminado lo cual continuó el viaje. En ningún lugar dice, y ni siquiera sugiere, que a esas curaciones le hubiera seguido la conversión y bautismo de Publio y los suyos, y mucho menos que eso lo pusiera en carrera del episcopado. Pero ya sabemos que no hay nada más fructífero para la tradición oral que una laguna en los datos, así que como este Publio podría haber sido convertido por Pablo, y el Dionisio de Atenas, mencionado cerca del tal Publio de Atenas también había sido convertido por Pablo, y puesto que dos más dos son cuatro, entonces Publio, principal de Malta, se convirtió, no sólo a la fe, sino en obispo ¡de Malta y Atenas! No sé al lector, pero desde luego que a mí no dejan de sorprenderme los procesos mentales de la tradición oral, dotada de una clase de lógica que en épocas de la cultura más ligadas a la abundancia del dato escrito y verificable ya no tenemos.
Pues bien, como debe quedar claro: san Publio obispo de Malta es un invento nacional, no apoyado en ningún testimonio fiable, y desde luego que carece por completo de relación con el auténtico san Publio de Atenas que hoy conmemoramos. Debe decirse, eso sí, que los malteses han cuidado mucho más de su Publio que los atenienses del suyo, así que la iconografía de san Publio habla invariablemente de Malta. Paradojas de la devoción popular.
La fuente primera es, como queda dicho, Eusebio de Cesarea, Historia Eclesiástica, IV,23,1-3; en De Viris Il., 19 podemos leer la deducción de san Jerónimo; Acta Sanctorum, enero, II, pág 338, aunque breve, trae las referencias imprescindibles de los martirologios históricos, y despeja la confusión entre el ateniense y el maltés. La imagen reproduce un antiguo sello postal de Malta con la imagen del santo.