La persecución en Corea tuvo dos grandes etapas: de 1839 hasta 1845, dio el grupo más grande de mártires, pero cuando parecía que las aguas habían vuelto a su curso, se desató en 1866 una nueva etapa de bárbara persecución, que duró todo aquel año, y aun el comienzo del siguiente. Pedro fue el primero de los mártires de esa segunda etapa que fue canonizado.
El cristianismo en Pyongyang era especialmente activo, e incluso se cuenta sobre ellos que para la navidad de 1865, el gobernador de la provincia, que odiaba la fe cristiana, hizo arrestar a varios cristianos por el solo hecho de serlo, e inmediatamente se presentaron ante él un centenar de cristianos que le dijeron «Has puesto en prisión a algunos de nosotros por ser cristianos; para ser justo deberás encarcelarnos a todos, ya que adoramos al mismo Dios». Tal era la fuerza y determinación del grupo, que el gobernador hizo liberar a todos, temiendo una sedición.
Sin embargo la persecución no hacía más que recomenzar con este prólogo, y un par de meses después Pedro, laico, caasado, de unos 30 años, nacido en Taphyen (cerca de Pyongyang), que fue sorprendido en plena noche por los espías leyendo el evangelio en un grupo de cristianos, fue azotado tan brutalmente que ni siquiera llegó a vivir para el juicio oficial, y consumó su martirio esa misma noche del 17 de febrero.
Ver Dallet, Histoire de L'Eglise en Coree, tomo II, pág 517 y ss.