El conflicto iconoclasta fue largo en Oriente; algunos emperadores fomentaban la negación del culto a las sagradas imágenes, no tanto por un sincero interés por la verdad religiosa, sino porque era una manera de oponerse al poder que naturalmente ejercían los monasterios, que eran faro para el pueblo, y transmitían la religión sobre todo a través de la veneración de los santos íconos y las historias de los santos (como sigue siendo aun hoy en la Iglesia Ortodoxa); además, abolir el culto de las imágenes les servía políticamente a los emperadores bizantinos para oponerse a las exitosas campañas musulmanas, que encontraban en el culto a las imágenes que promovía el cristianismo, un argumento de peso contra "los infieles". La persecución inconoclasta del Imperio Bizantino contra los monjes que defendían el culto a las imágenes se desarrolló en distintas etapas a lo largo de más de un siglo, y ni siquiera las decisiones conciliares que promovían este culto (Nicea II, año 787) consiguieron aplacar del todo el furor persecutorio.
Estas persecuciones han dado multitud de mártires, de los que muchos han pasado al Martirologio Romano, a pesar de que este se haya realizado con un criterio más occidental. Mañana leeremos la memoria del confesor san Teofilacto de Nicomedia, que marchó al exilio y murió en él por echar en cara al emperador Leon V el armenio su política iconoclasta. Nos cuenta el relato que estaban en una reunión con el emperador varios obispos, y que Teofilacto enfureció a León, resultado de lo cual, el emperador se vengó no sólo en la persona de Teofilacto sino en todos los presentes. Precisamente uno de los que allí estaba era el obispo de Prusa, en Bitinia, Pablo, quien murió en el exilio como confesor de la fe por la misma causa, según cuentan los sinaxarios y menologios griegos (santorales).
La ciudad de Prusa (la actual Bursa, en Turquía) recibe a veces en los documentos de la época el nombre de Plusa, y su gentilicio es "plusiano". Cuando el Card. Baronio inscribió la memoria de san Pablo de Prusa en el primer Martirologio Romano, quedó confundido por el nombre de "episcopo plusiano", y no acertando a identificar correctamente la ciudad, lo inscribió como obispo de Pelusia, en Egipto. La confusión fue estudiada y explicada por los Bolandistas ya en el siglo XVII, pero hubo que esperar hasta la reforma del Martirologio Romano para que san Pablo volviera a figurar en su sede correcta de Prusa o Plusa, y no de Pelusia.
Lamentablemente, no sabemos de él más que marchó al exilio en tiempos de León V, y que murió en ese exilio muchos años después, como san Teofilacto, posiblemente hacia el 845, pero del modo de su muerte no nos han llegado detalles. Casos como el de san Pablo, el de Teofilacto y el de muchos otros están a medio camino entre el martirio y la confesión de la fe, porque no son mártires en sentido estricto, pero no cabe duda de que su muerte en el exilio viene motivada por la fe, así que los encontraremos a veces como confesores, a veces como mártires. Hay también una cierta fluctuación en al fecha, ya que lo podremos encontrar tanto el 7 como el 8 de marzo, sin embargo, la fecha primitiva parece ser la del 7, que es cuando lo inscribe el Martirologio Romano.
Ver Acta Sanctorum, marzo, I, pág. 789; allí se le asigna el 8 de marzo.