Menas, natural de Alejandría, ejercía el sacerdocio en Constantinopla. El año 536 fue elegido patriarca y consagrado por el papa san Agapito, quien se hallaba entonces en Constantinopla. Menas se dedicó a reparar el daño que había hecho su predecesor Antimo, que era monofisita, y a combatir a algunos origenistas que turbaban la paz religiosa en el Oriente. El año 544, el emperador Justiniano, quien, como tantos otros emperadores de Oriente y con más razón que muchos de ellos, se consideraba teólogo, trató de ganarse a sus súbditos monofisitas condenando una serie de escritos conocidos con el nombre de los «Tres Capítulos». Así pues, ordenó que todos los obispos del Imperio firmaran la condenación. San Menas fue el primero en hacerlo, pero bajo la condición de que retiraría su firma, si el Papa no estaba de acuerdo. Desgraciadamente no se atuvo a la condición que había puesto.
No podemos narrar aquí en detalle los acontecimientos subsiguientes. Muchos obispos de Occidente, si bien pensaban que los temas tratados en los «Tres Capítulos» contenían algunas herejías (y por tanto el edicto podía considerarse cierto), se opusieron a la condenación, porque esos mismos temas habían sido ya condenados por el Concilio de Calcedonia, y una nueva condena podía entenderse como una desautorización del Concilio. El Papa Vigilio se mostró vacilante, pero finalmente, en 551, se negó a aceptar el edicto de Justiniano. Primero se refugió en la iglesia de San Pedro, en Constantinopla, ciudad ésta a donde el emperador le había convocado perentoriamente; después huyó a la iglesia de Santa Eufemia, de Calcedonia. Desde ahí excomulgó a Menas y a todos los que habían firmado el edicto imperial. Menas aseguró al Papa que el edicto estaba en perfecto acuerdo con las actas del Concilio de Calcedonia y, a fin de cuentas, se determinó que la cuestión de los "Tres Capítulos" se discutiese en un nuevo concilio ecuménico.
San Menas no asistió a la asamblea, puesto que murió el 24 de agosto de 552, y el concilio no se reunió sino hasta el año siguiente. En él fueron condenados los "Tres Capítulos" y el Papa Vigilio aprobó y firmó la condenación. Es éste un caso curioso de la historia, ya que vemos a un patriarca sostener firmemente una medida que había de ser aprobada por un concilio ecuménico, en tanto que un Papa débil, desconcertado por los diversos puntos de vista de los obispos de Occidente y del emperador de Oriente, era incapaz de seguir una línea definida de pensamiento y de acción. Sin embargo, hay que hacer notar que la cuestión no versaba propiamente sobre materias de fe, sino sobre la oportunidad y los efectos disciplinares de la condenación llevada a cabo por el emperador.
En Acta Sanctorum, agosto, vol. V, hay una breve biografía griega y un estudio general de la actitud del santo; pero la cuestión de los Tres Capítulos forma más bien parte de la historia de la Iglesia. Ver Hefele-Leclercq, Conciles, vol. IV; F. Savio, Il Papa Vigilio (1904); y sobre todo DTC., vol. XI, cc. 1574-1588; y Fliche-Martin, Histoire de l´Eglise, vol. IV, pp. 453-471. Artículo del Butler-Guinea ligeramente modificado. Sobre la cuestión de los «Tres Capítulos» puede leerse aquí una explicación más detallada.