Obispo de Londres y tercer arzobispo de Canterbury. Fue el líder de la segunda tanda de misioneros que san Gregorio Magno envió desde Roma para unirse a san Agustín de Canterbury, en el año 601. Beda el Venerable lo describe como de noble cuna. Instituido abad por el papa, se cree que podría haberlo sido del monasterio de San Andrés en la colina de Celio, al que tanto san Gregorio como san Agustín pertenecían. Se han conservado varias epístolas del papa encomendando a Melito y sus compañeros a varios obispos de las Galias. Con el contingente envió también «todas las cosas necesarias para el culto divino y el servicio de la Iglesia, a saber: vasos sagrados y manteles de altar, vestiduras de los sacerdotes y clérigos, y también reliquias de los santos apóstoles y mártires, con muchos libros» (Beda).
La consagración de Melito como obispo por san Agustín de Canterbury se llevó a cabo poco después de su llegada a Inglaterra, y sus esfuerzos misioneros se dirigieron primero a los sajones del este. Su rey era Saberto, sobrino de Etelberto, rey de Kent, y con su apoyo, Melito pudo establecer su sede en Londres, la capital oriental de Sajonia, y construir allí la iglesia de San Pablo. A la muerte de Saberto, sus hijos, que renegaron del cristianismo, dieron permiso a su pueblo para adorar de nuevo a los ídolos. Por otra parte, al ver un día los jóvenes príncipes a Melito celebrar la misa, exigieron que les diera también a ellos el pan blanco que había sido costumbre darle a su padre. Cuando el santo les respondió que esto era imposible hasta que no recibiesen el bautismo cristiano, fue desterrado del reino. Melito fue a Kent, donde dificultades similares sobrevinieron después de la muerte de Etelberto, y de allí se retiró a la Galia, alrededor del año 616.
Tras una ausencia de casi un año, Melito fue llamado de nuevo a Kent por Lorenzo, sucesor de san Agustín en la sede de Canterbury. Las cosas mejoraron en el reino con la conversión del nuevo rey Eabaldo, pero Melito no pudo volver a tomar posesión de la sede de Londres. En el 619 murio Lorenzo, y Melito fue elegido arzobispo allí. No parece haber recibido nunca el palio, lo que podría explicar que no consagró obispos, aunque conservó la sede por cinco años. Durante este tiempo sufrió constantemente de problemas de salud. Consagró la Iglesia de la Bienaventurada Madre de Dios en el monasterio de San Pedro y San Pablo en Canterbury, y la leyenda le atribuye la fundación de la abadía de San Pedro en Westminster, pero este dato es casi seguramente incorrecto. Entre los muchos milagros que se recuerdan de él, está el sofocamiento de un gran incendio en Canterbury, que amenazaba con destruir la ciudad entera. El santo, aunque demasiado enfermo para moverse, se hizo llevar al lugar donde el fuego estaba en su apogeo y, en respuesta a su oración, se levantó un fuerte viento que desplazó las llamas hacia el sur, lejos de la ciudad. Melito falleció el 24 de abril del 624, y fue enterrado en el monasterio de San Pedro y San Pablo, tras san Agustín. Algunas reliquias del santo fueron trasladadas a Londres en 1298. El más confiable relato de su vida se contiene en la Historia Eclesiástica de Beda el Venerable (I, 29-30; II, 3-7).
Traducido para ETF, con escasos cambios, del artículo de Gilbert Huddleston, «St. Mellitus» (1911). Allí mismo pueden cotejarse las referencias bibliográficas que he omitido en bien de la claridad de lectura. Imagen: vidirera de san Melito, en Essex.