León nació en Ravena, en el 720. Siendo joven entró en la orden de los monjes benedictinos y se trasladó a Reggio Calabria. Aquí permaneció hasta que fue elegido obispo de Catania; se cuenta que los cataneses, debiendo elegir un nuevo obispo, vieron en sueños a un ángel que les decía que en Reggio Calabria había un hombre, León, en aroma de santidad, que sería la persona justa para cubrir la sede de Catania.
En aquellos tiempos, en todo el imperio bizantino estaba vigente la feroz destrucción de las imágenes religiosas de la herejía «iconoclasta». Quienes no obedecían el edicto que ordenaba destruir los íconos como signos de idolatría, eran encarcelados y frecuentemente terminaban en el patíbulo. El obispo de Catania se opuso abiertamente a las leyes imperiales. Por ello el gobernador bizantino de Sicilia ordenó el arresto de León, que fue obligado a dejar Catania y a refugiarse en las montañas. Vagó durante años por las boscosas cimas del Nebrodi, en las cercanías de Longi y Sinagra, protegido por el pueblo, que veía en él al fiero opositor a las leyes inicuas del Imperio.
Llegó, finalmente, a Rometta. Aquí, en las cercanas montañas peloritanas, vivió como ermitaño en una cueva excavada por él mismo. Después de muchos años volvió a Catania, donde reanudó su tarea de obispo, y la lucha con aun mayor energía contra las leyes iconoclastas. Murió allí el 20 de febrero del 789.
Traducido para ETF, con escasos cambios, de un artículo de Rosario Saccà.