Lanfranco, miembro de la familia Beccaria, nació en Grupello, una pequeña población vecina a Pavía, en la Lombardia. A pesar de que por naturaleza era un hombre de paz, durante la mayor parte de sus quince años de episcopado resistió activamente los intentos de las autoridades civiles para echar mano de las propiedades de la Iglesia. Cierta vez, en lo más recio de la lucha, el obispo desapareció del escenario, porque había ido a refugiarse, provisionalmente, al monasterio de San Sepolcro, en busca de la fortaleza y dirección del cielo para continuar con sus esfuerzos; a su regreso, cesaron las hostilidades. Sin embargo, la paz no duró mucho tiempo, puesto que los regidores municipales exigieron que una buena parte de los ingresos eclesiásticos les fuesen cedidos para terminar la construcción de las fortificaciones de Pavía, a lo que el obispo se negó rotundamente. Como los del municipio no pudieron vencer su resistencia, emitieron una ordenanza que establecía como un delito penado por la ley el suministro de cualquier clase de alimento al obispo y prestarse a hornearle el pan. Ante la amenaza de morir por hambre, el obispo Lanfranco abandonó la ciudad para dirigirse a Roma, donde expuso su caso ante el Papa Clemente III, quien hizo una severa advertencia a los concejales de Pavía y le pidió al obispo que regresara a su sede. Lanfranco obedeció rápidamente y con muy grande complacencia, puesto que había recibido noticias de que Salimbene, un hombre de reconocida piedad y amigo suyo, acababa de ascender a magistrado mayor y, por largo tiempo al menos, era el gobernador de la ciudad. El obispo hizo su entrada en Pavía entre las aclamaciones de la población y, desde entonces, todo fue paz y amistad. Largo tiempo después, cuando el municipio reanudó sus reclamaciones, Lanfranco, ya anciano y enfermo, se declaró incapaz de emprender la lucha nuevamente. Decidió renunciar al gobierno de la diócesis y tomar el hábito en la orden de Valleumbrosa, pero antes de llevar a cabo sus propósitos, se agravaron sus males y murió. La fiesta del Beato Lanfranco se celebra en Pavía, donde también nació otro Lanfranco, el de Canterbury.
Su biografía fue escrita por Bernardo Balbi, su sucesor en la sede de Pavía, que fue un famoso canonista. Véase el Acta Sanctorum, junio, vol. V, donde se imprimió, completa, esta biografía.
El cuadro es de Cima da Conegliano: Lanfranco de Pavia entre san Juan Bautista y Liberio, óleo sobre madera de hacia 1515, en el Fitzwilliam Museum, de Cambridge.