El interés general sobre san Juan Southworth se intensificó notablemente a raíz del descubrimiento de sus restos en Douai, en 1927, y porque fueron sepultados en la capilla de San Jorge y los Mártires Ingleses, de la catedral de Westminster. Los Southworth pertenecían a una familia del Lancashire que permaneció leal a la fe católica durante todo el período en que esta religión estuvo prohibida y penada por la ley, a pesar de que muchos de sus miembros sufrieron persecuciones y quedaron en la pobreza por haber tenido que pagar enormes multas. Juan, uno de los miembros más jóvenes de los Southworth, fue enviado al Colegio de Douai, en 1613, a la edad de veintiún años, para llegar al sacerdocio. Cinco años más tarde recibió las órdenes y puso a prueba su vocación durante un corto período entre los benedictinos, pero advirtió que no había sido llamado a la vida monástica y optó por ser solamente un sacerdote secular. El 13 de diciembre de 1619, fue enviado a la misión de Inglaterra. Todo lo que se sabe sobre sus andanzas y actividades en los años siguientes, es que vivía en Londres o sus alrededores, por el año 1623.
Al año siguiente, le encontramos de nueva cuenta en Bélgica, primero en Douai y luego en Bruselas, donde fue confesor de las monjas benedictinas. Poco después, sin embargo, estaba de vuelta en Inglaterra, en su Lancashire natal, donde trabajó en su ministerio hasta 1627, cuando fue detenido y procesado bajo los cargos de ser un sacerdote católico y de haber ejercido sus funciones en territorio inglés. Fue condenado a muerte, pero se suspendió temporalmente la ejecución de la sentencia y, gracias a aquella dilación, tuvo oportunidad de dar la absolución, desde la ventana enrejada de su celda en el castillo de Lancaster, a san Edmund Arrowsmith, cuando el mártir era conducido al lugar de su ejecución. Al cabo de tres años de prisión, el P. Southworth fue transferido a Londres y ahí se le devolvió su libertad, junto con otros quince sacerdotes, a instancias de la reina Enriqueta María, esposa de Carlos I. A todos los liberados se les ordenó abandonar el país. Es muy probable que Juan desoyese el mandato, puesto que, con seguridad, estaba en Inglaterra poco tiempo después y, en 1632, se hallaba encarcelado de nuevo, en la prisión de Clink.
Sabemos, por las quejas presentadas por un puritano llamado Prynne, que «el prisionero goza de excesiva libertad, hasta el extremo de que, en el momento en que lo desee puede huir al extranjero, como lo han hecho tantos sacerdotes encarcelados». Es cierto que Juan gozaba de una libertad vigilada y que supo utilizarla bien, sobre todo en ocasión de la epidemia de viruela de 1636, cuando andaba por todas partes para asistir a los enfermos. La ayuda que se suministraba a los enfermos más pobres, por intermedio de los funcionarios del distrito, procedía de diversas casas en las que, era bien sabido, vivían familias católicas. El destino de esas familias habría sido trágico, de no ser por la devoción de san Juan y de su compañero, san Enrique Morse, para socorrer a los que sufrían. Diariamente visitaban los dos sacerdotes las casas donde había enfermos en el distrito de Westminster, para distribuir las limosnas y los víveres proporcionados por la reina y otras personas caritativas, además de administrar los consuelos de la religión a los moribundos. De esta manera, recibieron socorros unas cuatrocientas familias. Cuando Morse cayó víctima de la epidemia, Southworth continuó solo con el trabajo, pero no fue por mucho tiempo. El pastor del curato de Santa Margarita, que le había visto salir de la casa de unos enfermos, averiguó que en ese domicilio, el P. Juan había reconciliado con la fe católica a dos hombres moribundos y, en seguida, denunció al sacerdote y le acusó de seducir y de sobornar a las gentes para entregarlas al catolicismo. A raíz de aquella acusación, los movimientos del sacerdote quedaron confinados a los muros de la prisión. Sin embargo, una apelación dirigida a la reina le devolvió sus antiguos privilegios y, poco tiempo después, por influencias de la reina y del secretario de estado, Windebank, se le otorgó la libertad completa.
«No he podido encontrar otros datos sobre las labores de misionero del P. Southworth -escribe el obispo Challoner- por carencia de memorias o cualquier otro registro respecto a él, hasta el año de 1654, cuando, a causa de la denuncia de un tal Jefferies [...] fue bruscamente alzado de su cama, en la noche, por el coronel Worsely y, al confesar que había ejercido su ministerio sacerdotal, desde el momento en que fue puesto en libertad, fue condenado y arrastrado a Tyburn sobre un carro, entre criminales acusados de haber acuñado moneda falsa». Tanto los embajadores extranjeros como los propios jueces sé esforzaron por salvarle y le instaron a que se declarara inocente; pero el P. Juan no quiso renegar de su sacerdocio y no hubo otra alternativa que la de pronunciar la sentencia de muerte. El martirio de Juan Southworth tuvo lugar en la víspera de la fiesta de San Pedro y San Pablo del año 1654, cuando él tenía la edad de sesenta y dos años. Sus restos mortales fueron comprados por el embajador de España, quien los llevó a sepultar en la capilla del Colegio Inglés de Douai, donde permanecieron hasta 1793, cuando las autoridades revolucionarias confiscaron el establecimiento. Con el objeto de evitar profanaciones a las reliquias del mártir, cuatro estudiantes de Douai sacaron secretamente el ataúd y lo enterraron dentro del edificio. En 1927, un trabajador que hacía excavaciones en los cimientos de lo que había sido el colegio, descubrió el féretro. El cadáver que contenía fue identificado con el de san Juan Southworth; se le trasladó a Inglaterra, donde fue provisionalmente sepultado en el St. Edmund's College, cerca de Ware, donde se continúa con la obra del antiguo seminario de Douai. En 1929 fueron beatificados los mártires de Inglaterra y, cuatro meses después del acontecimiento, el ataúd del padre Juan se trasladó a Westminster y, el l de mayo de 1930 fue solemnemente sepultado en el santuario de la catedral, donde aún se encuentra. Fue canonizado por SS. Pablo VI en 1970, en el grupo de los «Cuarenta Mártires de Inglaterra y Gales».
Todo lo que sabemos sobre el Beato Juan, fue recogido en el volumen publicado en 1930, por Fr. A.B. Purdie, The Life of Bd. John Southivorth.