Isidoro nació probablemente en Alejandría de Egipto, y, siendo joven, deseoso de imitar el estilo de vida de san Juan Bautista en el desierto, renunció a sus riquezas y se convirtió en monje. Más tarde, después de recibir la ordenación, llegó a ser abad de un monasterio cerca de Pelusio, también en Egipto, y la perfección cristiana que distinguía su propia vida se convirtió en un ejemplo para sus contemporáneos. El Patriarca San Cirilo de Alejandría, a pesar de su carácter, parece haber sido su gran admirador. El santo abad, gran diplomático, no deja de manifestarse como un prudente consejero para el Patrirca. Isidoro quiso convertirse en imitador del gran santo del mundo bizantino, Juan Crisóstomo.
De su abundante epistolario quedan aun unos dos mil ejemplares, cartas escritas en un griego tan elegante que algunos expertos señalan que podrían incluso reemplazar a textos clásicos para la enseñanza del griego. Estos preciosos documentos dan testimonio de la amplitud de su erudición teológica y sobreabundan en buenos consejos de piedad, prudencia y humildad.
Traducido para ETF de un artículo de Fabio Arduino.