En su tierra natal se dedicó con celo y amor a la tarea educativa, y para ello se estableció en un local anexo al oratorio de don Palazzolo, su tío; así inició un apostolado en favor de los pobres. Simultáneamente, fue profesor del seminario, guía espiritual y consejero de varias comunidades femeninas de religiosas. En 1882 conoció a Catalina Comensoli, con quien fundaría la congregación de las Hermanas Adoratrices del Santísimo Sacramento (Hermanas Sacramentionas de Bérgamo, no debe confundirse con las Adoratrices de Santa María Micaela, más conocidas en el mundo hispano), para lo cual fijó este objetivo: alimentar en el Santísimo Sacramento la llama de la caridad para con el prójimo. Recomendaba a sus hijas espirituales: «Caminad en la caridad; que se encienda por fin el fuego de la caridad en vuestras almas; amad a vuestro Dios, y no pongáis nada a Su nivel o por encima de Él». En diciembre de ese año ingresaron las primeras aspirantes.
Inspirado en el amor a Jesús en la Eucaristía, supo vencer adversidades y la oposición de quienes no creían en la consecución de su ideal e intentaron boicotear su obra calumniándolo; él es un modelo de cómo los cristianos debemos hacernos fuertes con la oración para soportar las injurias. Dejó una estela de amor y servicio al prójimo, además de ejemplar devoción al Santísimo Sacramento. Entregó su alma al Creador en Rivolta, Italia. Fue beatificado por SS Juan Pablo II en 1992, y canonizado por SS Francisco en 2018.
Lamento no poder ofrecer una fuente para esta hagiografía, que hallé en internet, sin mención de autor, ni bibliografía. En el sitio del Vaticano puede leerse la homilía del papa en la misa de beatificación (en italiano).