No hay propiamente un culto antiguo y local de este santo obispo, sino apenas un recuerdo, que el Cardenal Baronio, al elaborar el primer Martirologio Romano, tomó, según apunta él mismo, de los listados de obispos de Constantinopla en el «Chronicón» del obispo Nicéforo (siglo IX): «Evagrio recibió la imposición de manos de Eustaquio de Antioquía, y seguidamente fue exterminado por Valente.». La noticia tal como la contó Nicéforo no resulta del todo exacta, pero parece referirse a esta circunstancia, cuya única fuente es el historiador eclesiástico Sócrates, casi contemporáneo de los hechos:
El emperador Valente dejó Constantinopla para dirigirse a Antioquía; pero al llegar a Nicomedia, ciudad de Bitinia, su marcha fue detenida por la siguientes circunstancias: Eudoxio, el obispo arriano que había estado en posesión de la sede de Constantinopla por diecinueve años, murió a poco de partir Valente de la ciudad, en el tercer consulado de Valentiniano y Valente. Los arrianos tenían pensado a Demófilo para sucederle, pero los homoousios [es decir, los del partido ortodoxo], consideraron que se les ofrecía una oportunidad, y eligieron a cierto Evagrio, alquien que mantenía sus mismos prioncipios. Eustaquio, que había sido obispo de Antioquía, lo ordenó en forma. Él [es decir, Eustaquio] había sido llamado desde el exilio por Joviano, y había llegado secretamente a Constantinopla con el propósito de confirmar a quienes adherían a la doctrina del homoousios.
Cuando ocurrió esto, los arrianos renovaron su persecución de los homoousios, y el emperador fue muy pronto informado de lo que había ocurrido, y temiendo una revuelta en la ciudad como consecuencia de los tumultos populares, inmediatamente envió tropas desde Nicomedia a Constantinopla. Ordenó también que los dos, el que había sido ordenado y el que lo había ordenado, fueran apresados y enviados al exilio en diferentes regiones. Eustacio fue expulsado a Bizya, ciudad de Tracia; y Evagrio lo fue a otro sitio. Después de esto los arrianos, fortalecidos, hostigaron duramente a la parte ortodoxa, los zarandeaban, insultaban, los hacían llevar prisioneros y multar...
Bravos tiempos para la fe católica. Hoy casi no podemos imaginar esta lucha entre arrianos y «homoousios», es decir, quienes sostenían la doctrina nicena de la consustancialidad del Padre y el Hijo, esto es, la ortodoxia católica. En muchas sedes episcopales -y de las más importantes, como Constantinopla- había cierta «alternancia» entre unos y otros, aunque nunca pacífica. Se trataba verdaderamente de dos iglesias, aunque no estaban formalmente separadas, y cada una impugnaba a la otra de ser herejes. En un momento los católicos conseguían el favor imperial, y lograban recuperar sedes e iglesias, en otras lo conseguían los arrianos, y vuelta a lo mismo, hasta el triunfo definitivo de la fe católica en el 381. La situación que se nos plantea con san Evagrio es de un momento especialmente bajo para la ortodoxia en Constantinopla, cuando lo era además también en Antioquía, de donde san Eustacio había sido expulsado.
De Evagrio, quien, como hemos visto, no llegó a gobernar, no sabemos nada más, ni el lugar de su destierro, ni su fecha de muerte, e incluso la escasa cronología disponible resulta problemática: por un lado la mención de Valente sitúa los acontecimientos hacia el 375, pero la referencia a san Eustacio de Antioquía parece que obligaría a llevarla a décadas anteriores. Nuestro santo no debe ser confundido con un tocayo casi contemporáneo, Evagrio del Ponto (Evagrio Póntico), mucho más conocido, que fue diácono en Constantinopla por la misma época, y cuyos escritos místicos han sido fuente de inspiración para el monacato, especialmente el oriental, y se leen aun hoy con provecho, pero que lamentablemente, por ciertas doctrinas origenistas que parece que sostuvo, no alcanzó la gloria de los altares.
Ver Acta Sanctorum, marzo, I, pág 427, donde trae la traducción latina del texto de Sócrates, y las demás citas. El contexto histórico pertenece a la historia general de la Iglesia, ver por ejemplo Jedin y otros: Manual de Historia de la Iglesia, tomo II, Herder, 1980, esp. pág. 67ss. Hay una buena edición en línea, en inglés, de la obra del historiador Sócrates; el fragmento citado pertenece al libro IV, caps. 16-17. Sobre Evagrio Póntico hay una breve introducción de Ramón Trevijano en Mercabá.