Cuando el palacio de Diocleciano en Nicomedia fue incendiado, se atribuyó falsamente el delito al santo soldado y mártir Eleuterio y a muchos otros. Todos ellos fueron condenados a muerte por orden del cruel emperador. Algunos fueron decapitados, otros perecieron quemados y los demás fueron arrojados al mar. Eleuterío era el principal de ellos. La prolongada tortura a que fue sometido, no hizo más que poner de relieve su valor, y el santo consiguió la corona del martirio acrisolado en el fuego como el oro. Con estas palabras presentaba el Martirologio Romano anterior a nuestro santo, atribuyendole relación con el incendio que menciona. En realidad, como señalan todos los especialistas modernos y recoge el Martirologio actual, lo único que sabemos sobre él es su nombre y el sitio en que padeció. El dato más importante es que el Breviarium sirio del siglo V dice el 2 de octubre: «En Nicomedía, Eleuterio», de donde el Hieronymianum tomó la noticia, todo lo demás es una pintoresca muestra del habitual crecimiento espontáneo de la leyenda cuando se carace de datos ciertos. Según Dom Quentin, en Les Martyrologes historiques (pp. 615-616), la asociación de este mártir con el incendio del palacio de Diocleciano es simplemente una invención del martirologio de Ado.
Ver Delehaye, Comentario sobre el Martirologium Hieronymianum, p. 537.