San Dionisio, obispo de Corinto durante el reinado del emperador Marco Aurelio (161-180), fue uno de los más distinguidos hombres de Iglesia del siglo II. Además de instruir y guiar a su grey, escribió cartas a las Iglesias de Atenas, Lacedemonia, Nicomedia, Cnossos y Roma, a los cristianos de Sortina y Amastris -a estas cartas se las llama «Las siete Cartas Católicas»,, por analogía con las del Nuevo testamento- y a una dama llamada Crisófora. Los escasos fragmentos de las obras de san Dionisio que han llegado hasta nosotros, se hallan en la «Historia Eclesiástica» de Eusebio. En una carta en que agradece a la Iglesia de Roma, entonces gobernada por san Sotero, las limosnas que no dejó de enviarle, escribe san Dionisio: «Desde los primeros tiempos habéis practicado la limosna y ayudado a las Iglesias necesitadas. Siguiendo el ejemplo de vuestros padres, socorréis a los pobres, especialmente a los que trabajan en las minas. Vuestro santo obispo Sotero no cede en nada a sus predecesores, sino que les aventaja. La paternal solicitud con que consuela y aconseja a cuantos se acercan a él, es de todos conocida. Esta mañana celebramos en comunidad el día del Señor y leímos vuestra carta, así como la que antes nos había escrito Clemente». Esto significa que en la Iglesia de Corinto se leyó aquella carta de instrucción, después de leerse la Sagrada Escritura y de celebrarse los sagrados misterios.
Casi todas las herejías de los tres primeros siglos provenían de los principios de la filosofía pagana. San Dionisio se dedicó a hacerlo notar y a descubrir la escuela filosófica que había dado origen a cada herejía. Al hablar de la escuela de los marcionitas (que negaba el Antiguo Testamento y otros aspectos de la doctrina), dice: «Nada tiene de extraño que hayan llegado incluso a falsificar el texto de la Sagrada Escritura, puesto que estaban acostumbrados a falsificarlo todo». Se conserva también, gracias a Eusebio, síntesis de la respuesta que le dio san Pinito de Cnossos a una de sus cartas; Dionisio recomendaba a Pinito no poner el yugo de la continencia demasiado firme entre los hermanos, sino considerar la debilidad de la mayoría; pero Pinito respondió, después de una fórmula de cortesía, que confiaba en que Dionisio enviara carne más sólida la próxima vez, ya que su pueblo no puede crecer con leche para bebés. Aunque es probable que Dionisio haya muerto naturalmente, los griegos le veneran como mártir, por lo mucho que sufrió por la fe.
Ver Acta Sanctorum, abril, vol. I; Eusebio, libro IV (versión española en BAC); Bardenhewer, Geschichte der altkirchlichen Literatur, vol. I, pp. 235 y 785. El artículo de John Chapman en Catholic Encyclopedia es muy completo.