El anterior Martirologio Romano especificaba que este santo alcanzó el martirio por decapitación. El actual se limita a llamarlo obispo y mártir y situar su martirio en la ciudad de Écija. Se encuentra su memoria desde antiguo en la liturgia mozárabe, en la cual se conserva un himno que es testigo de la antigua tradición según la cual padeció varios tormentos antes de ser decapitado. Su sepulcro se conservó en Écija hasta que se extinguió el cristianismo con la entrada de los almohades (siglo XII) y hubo en esa ciudad un obispado a lo largo de las épocas visigoda y mozárabe que se supone encabezado en la época de las persecuciones romanas por este san Crispín. El elogio del Martirologio de Adón lo conmemora así: «San Crispín, obispo y mártir en la ciudad astiagense, el cual, siendo prelado de aquella iglesia y predicando la fe cristiana, fue preso por los gentiles y, conminado a que sacrificase a los ídolos, como de ningún modo cedía, alcanzó la corona del martirio, siendo decapitado el 19 de noviembre». La archidiócesis de Sevilla, a la que ahora pertenece Écija -cuyo obispado no fue restaurado cuando la reconquista castellana del siglo XIII-, celebra la memoria de este santo en este día.
La imagen (en realidad de cuerpo entero, pero de la que sólo mostramos el busto para que se aprecie mejor el detalle del rostro) se venera en la parroquia de Santa Cruz, en Écija.