San Cirilo fue diácono de Heliópolis, ciudad cercana al Líbano. Durante el reinado de Constancio, destruyó muchos ídolos y se mereció el odio de la población pagana. Al igual que veremos mañana en la memoria de san Marcos de Aretusa, cuando llegó al poder Juliano el apóstata, exigió a los cristianos la restitución de los templos e imágenes paganas, pero a veces ni siquiera actuaba la ley, sino la furia misma de los paganos, como en este caso, que se lanzaron contra él y le dieron muerte, desgarrándole el vientre y, según se cuenta, devorándole el hígado.
Ver el Acta Sanctorum, marzo, vol. III, pág 774ss. (29 de marzo); Delehaye, Synax. Constant., pp. 565-568. Noticia y bibliografía extractadas del artículo de mañana dedicado a san Marcos de Aretusa.