En 1672 fue descubierto en la Via Labicana de Roma un cementerio de «Sanctus Castulus»; a su vez se conoce este nombre por las Actas de san Sebastián, que mencionan a un san Cástulo como esposo de santa Irene y cristiano oculto en el propio palacio del Emperador Dioclesiano. Hay mucho de arbitrario en esta identificación, y de hecho el Martirologio actual lo clasifica como mártir de fecha desconocida, en atencíon al cementerio y a la iglesia antigua a él consagrada, sin presuponer que la leyenda que lo rodea tenga ningún viso de historicidad; no obstante, a falta de otras narraciones, reproducimos la leyenda tradicional, sintéticamente contada por el Butler del 26 de marzo:
Durante el reinado de Diocleciano, el papa san Cayo estuvo grandemente preocupado por la seguridad de los cristianos en Roma. Cástulo, un celoso cristiano que era camarero del emperador, se ofreció a arreglar todo lo necesario para que hubiera servicios religiosos en el mismo palacio del emperador, ya que este lugar no se prestaba para investigación alguna; y aún más, Cástulo albergó a los cristianos en su propia casa, adjunta al palacio, y les procuró un lugar para sus reuniones. No contento con servir así a la Iglesia, él y su amigo Tiburcio recorrieron Roma convirtiendo hombres y mujeres al cristianismo y llevándoles ante el papa para que fueran bautizados. Posteriormente fue traicionado por un apóstata cristiano llamado Torcuato. Llevado ante Fabiano, prefecto de la ciudad, fue cruelmente atormentado y después arrojado a un foso cubierto con arena. Un cementerio y una iglesia en la Vía Labicana llevan el nombre de san Cástulo.
Sobre las catacumbas romanas puede leerse el artículo de la Catholic Encyclopedia, siempre teniendo presente que se trata de material arqueológico y que por tanto en muchos aspectos ese texto ha quedado desactualizado; no obstante, sigue siendo muy útil como esquema sintético y general sobre las distintas catacumbas romanas. La leyenda de san Cástulo la tomamos del Butler, pero no hace sino repetir en algunas líneas más el relato que sintéticamente cuenta el mismo Butler en san Sebastián.
La imagen es un grabado alemán de inicios del siglo XIX dedicado -con mucha imaginación en al vestimenta por cierto- al santo mártir.