Se cuenta que, cuando san Marcelo el Centurión fue juzgado en Tánger por Aurelio Agricolano, un escribiente llamado Casiano se encargó de tomar las actas del proceso. Cuando éste oyó que Agricolano pronunciaba la sentencia de muerte contra Marcelo, que había servido tan fielmente al emperador, gritó que no estaba dispuesto a seguir tomando nota y arrojó al suelo el estilo y las tabletas. En medio del asombro de los presentes y las risas de Marcelo, Aurelio Agricolano se levantó de un salto, bajó atropelladamente de la tribuna judicial y preguntó a Casiano por qué había arrojado las tabletas y vociferado en esa forma indigna. Casiano respondió que lo había hecho porque la sentencia era injusta. Entonces Agricolano le mandó apresar.
Ahora bien -dicen las 'Actas'- el bienaventurado mártir Marcelo se había reído porque el Espíritu Santo le había revelado el futuro y se regocijaba de que Casiano estuviese destinado a compartir su martirio. Aquel mismo día, se cumplió el deseo de Marcelo, quien fue martirizado ante una gran muchedumbre. Poco después -es decir el 3 de diciembre- el fiel Casiano fue conducido al mismo sitio en el que había sido juzgado Marcelo y sus respuestas fueron casi idénticas a las del Centurión, por lo que mereció obtener la corona del martirio, con la ayuda de nuestro Señor Jesucristo, cuyo es el honor y la gloria, la excelencia y el poder, por los siglos de los siglos . Amén.
Acerca de la explicación que da el autor sobre la risa de San Marcelo, séanos permitido comentar que no hacía falta un carisma del Espíritu Santo para comprender que Casiano iba a ser condenado. Lo más probable es que San Marcelo se haya reído al ver el divertido espectáculo de un juez que saltaba de la tribuna lleno de cólera, porque un escribiente le desafiaba delante de toda la corte de justicia.
Ruinart incluyó las actas de san Marcelo y san Casiano en «Acta Sincera», pero el P. Delehaye no concede probabilidad alguna a la idea de que el relato que poseemos sea una copia taquigráfica de lo que sucedió. Sin embargo, los hechos básicos son verdaderos. Por lo que toca a Casiano, es cierto que en Tánger de la Mauritania se veneraba a un mártir de ese nombre, ya que Prudencio escribe en Peristephanon, IV, 45: «Ingeret Tingis sua Cassianum»; sin embargo, Delehaye aduce fuertes razones para probar que fue relacionado con Marcelo, cuyas actas eran muy conocidas, porque no se sabía nada sobre él.
Ver Delehaye, Analecta Bollandiana, vol. XLI 1923, pp. 257-287; también Monceaux, Hist. lit. de l'Afrique chrétienne, vol. III, pp. 119-121.