Según Ughelli, el gran historiador cisterciense de las sedes episcopales italianas, san Benigno fue educado en Roma, y ocupó la sede milanesa entre el 470 y el 477, y durante su episcopado restauró muchas iglesias destruidas por Odoacro. El mismo Ughelli lo presenta como sucesor de san Geroncio, y miembro de la familia Bossi, una de las poderosas de la región. En el siglo XVII se debatía si había pertenecido a la familia Bossi o a la de los Benso de Como, y la cosa resultaba tan seria para uno y otro bando, que llevaron el caso, por vía judicial, a Roma. Finalmente se exhumaron las reliquias de san Benigno, que estaban en a iglesia de San Simpliciano. San Carlos Borromeo reconoció las cenizas, y un anillo encontrado entre las pertenencias, con el sello de la familia Bossi determinó finalmente la victoria de estos últimos, lo que en el siglo XVII significaba reivindicar no un dato del pasado, sino un poder efectivo en la curia romana.
La referencia más antigua a san Benigno la tenemos en unos versos de san Enodio, obispo de Pavia del siglo VI, que dicen: «San Benigno puso a disposición del Señor su corazón,
vigilando la llegada del Día,
y agradeció al Altísimo el haberlo creado.
Por eso el Señor quiso llenarlo de inteligencia.
Puso de su parte el lenguaje de la Sabiduría,
y ella no acabará nunca. No morirá su memoria,
y será recordado de generación en generación»
Extractado de un artículo sin firma en Santi e Beati. La obra de Ughelli a la que alude, muy conocida en Italia, es «Italia sacra», publicada en Roma entre 1642 y 1648, de la que oma su modelo más adelante, en España, la «España sagrada» de Flórez.