Nacido hacia la mitad del siglo V en Egipto, ingresó en un monasterio de Gaza, donde vivió en perfecta soledad, tratando solamente con un monje que le hacía de secretario. Fue un gran contemplativo y gozó de dones sobrenaturales. La fama de su santidad hizo que lo buscaran muchos solitarios, con los cuales mantuvo relación epistolar. Entre ellos estuvo Juan, llamado «el profeta», abad del monasterio de Merosala y maestro del famoso Doroteo. La correspondencia de san Barsanufio, compuesta por cerca de 800 cartas, es importante para la historia de la espiritualidad. En ellas se tratan cuestiones precisas y breves, resueltas con aforismos (apotegmas) que fueron luego utilizados como preceptos monásticos. La insistencia principal de esos textos está en la fidelidad a la tradición, y en la discresión de consejos adaptados a alas reales necesidades humanas, lejos de todo exceso. Tuvieron un gran influjo en los monasterios orentales, mientras que permanecieron desconocidas para Occidente.
Barsanufio murió a avanzada edad, hacia el 540, y su imagen se encuentra reproducida en al iglesia de Santa Sofía, en Constantinopla, junto con la de san Antonio, Efrén, y otros santos. Es festejado por los orientales el 6 de febrero. Sus reliquias fueron transportadas por un monje palestinense a Oria, e, Italia, hacia el 850, y colocadas por el obispo Teodosio en la antigua basílica junto a las puertas d ela ciudad; por ese motivo la diócesis de Oria lo festeja como patrono. Destruida al basílica por los sarracenos, por mucho tiempo se perdió el recuerdo, pero fueron más tarde reencontradas -se dice que siguiendo una visión- por el sacerdote Marcos, y trasladadas a la catedral, donde están hasta hoy.
Traducido para ETF de un artículo de Agostino Amore, en Enciclopedia dei santi.