El Monte Athos, o sea el pico oriental del triple promontorio con que la península Calcídica penetra en el Mar Egeo, ha sido durante mil años el principal centro del monaquismo bizantino. Esa «república monástica», como se la ha llamado, no está en comunión con la Santa Sede desde hace muchos siglos. Pero, a los comienzos de su organización y en los siglos anteriores, cuando el Monte Athos estaba poblado por pequeñas colonias de ermitaños, constituía un centro de ortodoxia católica en un sentido diferente del actual. Quien organizó el conjunto de monasterios en el Monte Athos, fue el san Atanasio que celebramos hoy.
Nació en Trebizonda, hacia el año 920. Era hijo de un antioqueno y recibió en el bautismo el nombre de Abraham. Hizo sus estudios en Constantinopla, donde llegó a ser profesor. Cuando ejercía en dicha ciudad el oficio de maestro, conoció a san Miguel Maleinos y a su sobrino Nicéforo Focas. Este último había de convertirse en su protector, al ocupar el trono imperial. Abraham tomó el hábito en el monasterio que san Miguel gobernaba en Kimina de Bitinia y recibió el nombre de Atanasio. Ahí vivió hasta el año 958, más o menos. El monasterio de Kimina era una «laura», es decir, una serie de celdas aisladas, construidas alrededor de una iglesia. Cuando murió san Miguel Maleinos, Atanasio previno que iban a elegirle abad, y huyó al Monte Athos. Ahí le reservaba Dios una responsabilidad todavía más pesada que el cargo de abad que había rehuido.
Con las ropas de un rudo campesino y con el nombre de Doroteo, san Atanasio se retiró a una celda en los alrededores de Kairés. Pero su amigo Nicéforo Focas no tardó en descubrirle. El emperador Nicéforo, que estaba a punto de emprender una expedición contra los sarracenos, pidió a Atanasio que le acompañase a Creta a organizarla y que le apoyase en la empresa con su bendición y oraciones (como es bien sabido, los contemplativos son con frecuencia grandes hombres de acción, lo cual, por lo demás, no tiene nada de extraño). Atanasio, venciendo su repugnancia a volver al mundo, acompañó a su amigo. Después de la victoria de la expedición, Atanasio pidió permiso al emperador para retirarse de nuevo al Monte Athos. Nicéforo Focas se lo concedió, pero no sin haberle regalado una importante suma para que fundase un monasterio. El santo construyó el primer monasterio propiamente dicho en el Monte Athos, a comienzos del año 961 y la iglesia dos años más tarde. San Atanasio dedicó el monasterio a la Santísima Madre de Dios; pero actualmente se le conoce con el nombre de «San Atanasio», o simplemente de «Laura», es decir, «el Monasterio».
Temiendo que el emperador le llamase a la corte, san Atanasio se refugió en Chipre para huir de los honores y cargos. Pero Focas, que descubrió nuevamente su escondite, le dijo que volviese a gobernar en paz su monasterio y le dio más dinero para que construyese el puerto de Athos. Adoptando para su monasterio el sistema de las «lauras», san Atanasio, que no estaba de acuerdo con las ideas monásticas de san Basilio y san Teodoro el Estudita, volvió en cierto sentido a la tradición monástica de Egipto. Los monjes de san Atanasio debían alejarse del mundo lo más posible (aun actualmente los monjes del Monte Athos, por regla general, «rompen todo lazo con el mundo»). San Atanasio tuvo muchas dificultades con los solitarios que ocupaban desde antiguo el Monte Albos y consideraban, no sin razón, que la precedencia les daba ciertos derechos de ocupación; dichos solitarios veían con malos ojos la costrucción de monasterios, iglesias, puerto, y se oponían a las reglas que san Atanasio quería imponerles. El santo estuvo a punto de ser asesinado en dos ocasiones. Sabiendo que la violencia es capaz de corromper la mejor de las causas, el emperador Juan Tzimesces intervino, confirmó las donaciones que había hecho Nicéforo Focas, prohibió la oposición a san Atanasio y reconoció su autoridad sobre todo el territorio y los habitantes del Monte Athos. En esa forma, el santo quedó constituido en superior general de cincuenta y ocho comunidades de ermitaños y monjes, además de los monasterios de Ivirón, Vatopedi y Esfigmenú, que él mismo fundó y que se conservan todavía.
San Atanasio murió hacia el año 1004, a consecuencia del derrumbamiento de la bóveda de la iglesia en la que se hallaba trabajando con otros cinco monjes. El nombre de «Atanasio el lauriota» o «Atanasio de Trebizonda» se menciona en la preparación de la liturgia bizantina.
J. Pomialkovsky editó en 1895 una antigua biografía griega, muy completa, de san Atanasio el Atónita. El autor de dicha biografía fue el monje Atanasio, que conoció muy íntimamente al santo y le sucedió en el superiorato. L. Petit, Analecta Bollandiana, vol XXV. 1906, pp. 1-89, publicó anotada otra antigua biografía griega, traducida en Irenikon, vol. VIII y IX (1931-1932).