De Ananías, como de la mayoría de los personajes del Nuevo Testamento, tenemos escasísimos datos. Es mencionado en dos sitios de Hechos de los Apóstoles, y por supuesto no puede ser confundido con el Ananías, marido de Safira, castigado ejemplarmente por haber mentido a los apóstoles en la puesta en común de sus bienes (Hech 5). El Ananías que conmemoramos en el santoral, por el contrario, está estrechamente ligado a la historia de Pablo; es un dirigente de la Iglesia local de Damasco, del que se nos cuenta en Hechos 22,12 que era «hombre piadoso según la Ley, bien acreditado por todos los judíos que habitaban allí», y que es quien va a curarle de la ceguera con la imposición de manos, y bautizar al recién convertido Pablo. Sabemos de sus dudas y vacilaciones sobre esta desconcertante orden divina de recibir en la Iglesia al perseguidor de los cristianos, dudas que Ananías expone al propio Dios con la sinceridad de un auténtico creyente, pequeño diálogo que es toda una perla sobre el trato íntimo y familiar del creyente con Dios (Hech 9,10ss).
San Agustín afirma que Ananías era sacerdote, y en la tradición hagiográfica se lo señala como obispo de Damasco, y evangelizador de Eleutherópolis. Se lo identifica también con uno de los 70 discípulos mencionados por Lucas, y por lo tanto discípulo directo del Señor. Según una «Passio» griega, murió mártir, lapidado por orden del juez Licinio. Ninguno de estos datos puede verificarse, y debe tenerse presente que las comunidades cristianas gustaban de prestigiarse identificando a su fundador local con uno de los anónimos 70 (o 72) discípulos, o bien retrotrayéndose a un personaje conocido por el Nuevo Testamento, así que este tipo de datos es siempre sospechoso de ser invención legendaria, y es preferible tomarlo como meras tradiciones de colorido local.
El Martirologio actual lo inscribe el 25 de enero, junto a la conversión de san Pablo, siguiendo la tradición de Occidente desde el Martirologio de Usuardo, ya que las «actas» griegas, y los sinaxarios y menologios orientales lo inscriben el 10 de octubre. En Damasco se conserva una capilla subterránea, resabios de una basílica bizantina construida sobre la supuesta casa en la que Ananías bautizó al Apóstol de los Gentiles.
Ver Acta Sanctorum, enero, II, pág 613; Butler-Guinea, tomo I, pág 168.