San Altmann nació hacia el 1015 en Westfalia, de padres de condición social elevada; estudió en la escuela de la catedral de Paderborn, donde llegó a ser canónigo y maestro. Prosiguió su ascenso, recibiendo hacia el 1051 el cargo de capellán de la corte de Aquisgrán, lo que le hizo entrar en contacto con la familia imperial. El emperador Enrique III el Negro (1017-1056) era favorable al espíritu eclesiástico, y su segunda mujer, la piadosa Inés de Poitou, era muy cercana al movimiento clunianense.
Altmann, ya sea como estudiante en Paderborn, ya sea en su estancia en Aquisgrán, se ccompenetró y profundizó las ideas de la reforma benedictina de Cluny. El emperador murió prematuramente, en 1056, y Altmann permaneció en la corte como capellán, además de como consejero de la emperatriz Inés; y en calidad de tal la acompañó a Passavia (la actual Passau) en Baviera, en 1063. Aquí se unió a una nutrida peregrinación que partía a Tierra Santa.
Cuando estaba camino de regreso, mientras aun se hallaba en Hungría, le llegó la noticia de que después de la muerte del obispo de Passau Engelberto, con la intervención de la emperatriz, había sido elegido como sucesor. Altmann aceptó sintiéndose llamado por Dios a la gran obra de la reforma de la Iglesia. Entonces se empeñó con celo en la reforma de la vasta diócesis (que en aquella época se extendía incluso por el Austria superior e inferior); las condiciones morales y religiosas de la región eran muy decadentes, y esto se describe een la «Vita Altmanni» escrita por un monje de Göttweig.
Sus principales obra como obispo fue la reforma del clero, entre el que estaban extendidos el concubinato y la ignorancia; siguiendo la propuesta de Hildebrando de Soana -el futuro Gregorio VII- presentada en el sínodo lateranense del 1059, Altmann favoreció la institución y difusión de la «vita canonica», es decir, la vida en común de los clérigos en torno a su obispo, con renuncia a la propiedad privada, dando origen a los Canónigos Regulares, bajo la llamada Regla de san Agustín, en la Alemania meridional y en Austria. Antes del 1073 fundó, dentro de lso muros de Passau, los célebres canónigos regulares de San Nicolás, y en 1083 el monasterio de Göttweig, en Austria, que pasó enseguida de los canónigos regulares a los benedictinos.
Con gran coraje, Altmann fue uno de los pocos obiospos que promulgaron, en el 1074, los decretos del papa Gregorio VII referidos a la prohibición de la simonía y del matrimonio de los eclesiásticos, con el riesgo de ser muerto por los descontentos. Su posicióm se hizo aun más difícil durante la «querella de las investiduras» entre el papa Gregorio VII y el emperador Enrique IV. De entre todos los obispos d ela región, sólo él y Gebardo, arzobispo de Salzburgo, se pusieron de parte del papa, y pagaron por esto un alto precio. Altmann publicó intrépidamente en su catedral la excomunión lanzada por el papa al emperador. Los opositores consiguieron que dejase la diócesis y marchase al exilio, mientras que la sede era usurpada por Herman de Eppenstein, fiel a los deseos del Emperador. Altmann, con la protección del maargrave de Austria, Leopoldo, consiguió establecerse en la parte austríaca de su diócesis, pero no pudo volver a su sede hasta su muerte.
Murió el 8 de agosto de 1091 en Zeiselmauer, cerca de Viena, y fue depositado en la cripta de Göttweig, donde se le tributó culto de santo. Nunca fue formalmente canonizado, pero su culto fue aprobado por Bonifacio VIII en el 1300 y por Alejandro VI en 1496; tradicionalmente se lo llama «santo», pero propiamente recibe culto de beato.
Traducido para ETF, con algunos cambios, de un artículo de Antonio Borrelli.