Lo que sabemos de este beato proviene de una carta enviada en 1616, el propio año de la muerte, por un sacerdote misionero a Reims, Francia, donde estaba el seminario de sacerdotes misioneros que iban a Inglaterra a reevangelizar; es por tanto un testimonio de primera mano, que nos da un cuadro no sólo de la vida de este beato, sino de los trabajos y penalidades que pasaban en general los sacerdotes misioneros en la Inglaterra de las persecuciones.
Tomás Atkinson nació hacia el 1545 en el East Riding de Yorkshire. No sabemos nada de él hasta su ordenación en Reims, en 1588, año en el que regresó como misionero a su país natal. Se desenvolvió como un pastor celoso y entregado por casi 30 años: en llamar de nuevo a todos a la fe, en visitar diligentemente a su numeroso rebaño, en recorrer largas distancias para impartir los sacramentos, en dar aliento y valor, y empujar a la práctica de las virtudes, y en luchar contra la furia de los adversarios.
Se manejaba en todo a pie, teniendo que andar muchas veces de noche para no ser reconocido, por lo que apenas descansaba. Como señala un texto escrito por la Sra Bubthorpe, contemporánea suya, «...por muchos años anduvo a pie, con cualquier clima, e incluso a veces en la casa a la que iba no se lo recibía, lo que le obligaba a esperar fuera, o en la esquina, al calor o al frío, o incluso bajo heladas y nieve...» Fue precisamente en una helada que sufrió una caída, de la que nunca se recuperó del todo, y le obligó a desplazarse a partir de allí a caballo.
En todo momento permanecía en oración, y no era nunca una carga para los pobres, al contrario, cuando iba a casas de fieles pobres, daba en ellas lo que recibía de las casas de los demás.
Cuando tenía ya unos 70 años o más, se dirigía a casa del Sr. Vavasour of Willitoft, y fue espiado, de modo de poder ser aprehendido. Fue detenido por agentes armados, y trasladado a York junto con su anfitrión y esposa e hijos de este. Cuando el juez le preguntó si era o no sacerdote, no se atrevió a afirmarlo claramente por miedo a la vida del que lo había albergado y su familia, pero tampoco lo negó abiertamente; sin embargo le habían encontrado al registrarlo un rosario y un texto de indulgencias, por lo que el juez, a falta de mejores pruebas, lo condenó a muerte por traición (lo normal era condenar a los sacerdotes por ejercer su ministerio en Inglaterra).
La condena produjo cierto malestar entre el pueblo, porque no era frecuente condenar sin ninguna prueba, o con pruebas tan débiles, sobre todo si el acusado no había negado pero tampoco afirmado ser sacerdote, por lo que luego se amañó un testigo que afirmó haberlo visto celebrar misa.
El beato fue, conforme a lo habitual, ahorcado y descuartizado. Un joven católico que quiso obtener sobornando al verdugo algunas reliquias del santo (lo que era bastante común en estas ejecuciones), fue visto por los espías, y apresado y encarcelado él mismo como activista católico.
Tomás Atkinson sufrió «con una paciencia admirable, coraje y constancia, y signos de gran consuelo». Fue beatificado por SS Juan Pablo II el 22 de noviembre de 1987.
Ver R. Challoner, Memoirs of Missionary Priests (1839), tomo II, pág. 53ss.