Miroslav Bulesic nació el 13 de mayo de 1920 en el pueblo de Cabrunici, en Istria, en la parroquia de Svetvincenat. Sus padres se llamaban Miho y Lucía. De niño aprendió las primeras oraciones y los fundamentos de la fe cristiana del libro de oración «Oce, budi volja tvoja» (Padre, hágase tu voluntad), que el obispo Juraj Dobrila escribía para los fieles croatas en la Istria del siglo XIX. Asiste a la escuela primaria de Jursici, donde tuvo como profesor de religión al sacerdote Ivan Pavic, muy respetado por su celo . A la edad de diez años Bulesic comienza sus estudios en el seminario. Tras un año de preparación ingresa en el año lectivo 1931-1932. Permaneció en el seminario hasta 1939, año en el que hace el examen de madurez. Tras completar sus estudios en el seminario de Koper, y tener la recomendación del sacerdote Ivan Pavic, («Se trata de un óptimo joven: inteligente, abierto, dedicado y de buen carácter»), el obispo de Porec y Pula lo envía a estudiar a Roma.
Permaneció allí desde el otoño de 1939 hasta el verano de 1943. Estudió filosofía y teología en la Pontificia Universidad Gregoriana, y llegó allí a la madurez espiritual e intelectual. En el día de la Inmaculada del año 1942 participó personalmente en la basílica de San Pedro en la consagración del mundo al Inmaculado Corazón de María hecha por el Papa, y poco después vuelve a Istria para recibir la ordenación sacerdotal.
Fue ordenado sacerdote el 11 de abril de 1943 en la iglesia parroquial de Svetvincenat. Con respecto a esto apuntó en su diario: «Mi mamá, mi papá y mis hermanos lloraban, y tenían razón para llorar: su hijo murió , dejó de pertenecer a ellos y comenzó a ser propiedad de Dios». Dos semanas más tarde, en su propia parroquia, celebraba su primera misa. Como lema para su vida sacerdotal eligió las palabras del Padre Nuestro: «¡Venga tu reino! ¡Hágase tu voluntad!»
Ese mismo año fue nombrado párroco de Baderna. Allí, en los dos años siguientes, vivió un fuerte compromiso con el ministerio pastoral y, al mismo tiempo, se volcó con gran valentía y sin descanso hacia aquellos que en la furia de la guerra estaban más expuestos. En mayo de 1944 escribe así a Ivan Pavic: «Entre el pueblo afligido y sangrante, nosotros tenemos que ser como el buen samaritano: consolar, sanar, sobrellevar, vendar cada herida ... »
En el área de Porec, igual que en Istria, había tres ejércitos: los del lugar, los fascistas y los alemanes. En todo este tiempo lleno de odio el beato Bulesic pudo manifestar un amor genuino por su patria, pero sin comprometer la consistencia y universalidad del sacerdote católico, ya todos los hombres, cualquiera sea su uniforme militar, son imagen de Dios, como él mismo lo decía: «Soy un sacerdote católico y administraré los sacramentos a quienes los requieren de mí: croatas, alemanes, o italianos».
Debido a su actitud coherente y decidida, Bulesic se vio amenazado desde varios frentes, y en la primavera de 1944, en una nota en su diario personal escribe: «Si quieres que yo vaya a ti, estoy preparado. Te ofrezco toda mi vida por mis ovejas. Confiando en Tu gracia, y si Tú me haces merecedor, no temo al martirio, es más, lo deseo ardientemente. Hágase tu voluntad». Entonces, como si tuviera una premonición de que su sacrificio podía ser mal interpretado, explica para qué está dispuesto a sacrificar su vida: «Quiero morir sólo para la gloria de Dios y para la salvación de mi alma y las almas de mis fieles». Mientras tanto las acusaciones y calumnias eran cada vez más frecuentes. El día de Navidad de 1944 dice en la homilía abiertamente a sus feligreses: «No tengo miedo de nada porque sé que cumplo mis deberes, y estoy tranquilo ante el rostro de Dios y ante los hombres. Sabed que voy a mantener mi fe y honestidad, que no traicionaré por nada del mundo; sin miedo diré a cada uno lo que es justo. Me guío por estos principios, que son los principios de Cristo. Su camino será también mi camino» . Al final de la guerra aun estaba en Baderna, pero ya en el otoño de 1945 fue nombrado párroco de Kanfanar.
Allí continúa su tarea lleno de celo y entrega, a lo que suma oponerse a la glorificación perniciosa del partido comunista y la deificación programada del «líder de la revolución». El Viernes Santo de 1946 proclama audazmente desde el púlpito de la iglesia: «Jesucristo crucificado es nuestro Dios y nuestro Rey, y la Iglesia nuestra Madre. La fe y la salvación de nuestras almas es nuestra mayor riqueza, algo sagrado.» A pesar de sus exigencias, sobre todo en materia de fe y moral, Bulesic era estimado por los fieles, que le oían de buena gana; lo que, por supuesto, no gustaba a las autoridades comunistas.
En 1947, siendo ya vicerrector del seminario de Pazin y secretario de la Asociación Sacerdotal de San Pablo, ayudaba a Mons. Jakob Ukmar en la administración de la confirmación en la parroquia de Buzet y las iglesias de la zona. El sábado 23 de agosto de 1947 los comunistas, enfurecidos, irrumpieron en la iglesia parroquial para evitar que se administrara el sacramento. El beato se puso ante el tabernáculo para defender el SS. Sacramento: «Hasta aquí sólo se puede pasar por encima de mi cadáver», dijo, con el rostro pálido pero con voz clara y fuerte.
Lo mataron a cuchillo en la casa parroquial. Sintiéndose morir, el beato pronunció la invocación: «¡Oh Jesús, recibe mi alma!» Las autoridades no permitieron que fuera sepultado en su parroquia natal de Svetvincenat, sino que obligaron a enterrarlo en Lanisce. Sólo en 1958 fue posible transportar sus restos a su parroquia natal, donde fueron colocados en la entrada principal de la iglesia de San Vicente Mártir. De aquí, en 2003, fueron transportaron al interior del templo parroquial, donde están hoy. Fue beatificado el 28 de septiembre de 2013.