En 1624, en Hiróshima, un día después de Francisco Tóyama, quien fuera su compañero en la tribulación, y que le escribió una carta acerca de la disposición al martirio horas antes de morir, dio su testimonio cruento Matías Shóbara.
Es muy frecuente leer en los martirios de los primeros siglos cristianos la conversión de los carceleros al ver la paciencia y alegría de los mártires; este fenómeno no debe considerarse legendario ni mera retórica de las narraciones de "pasión de mártir". Más bien por el contrario, es algo que se verifica en todas las persecuciones a la fe, desde las más antiguas hasta las de nuestro siglo: los carceleros, que conviven con los sufrimientos injustos del mártir son tocados muchas veces por la gracia, y son capaces de encontrar ellos mismos el impulso para entregarse de todo corazón y por completo a Cristo.
Este es el caso de Matías Shóbara, que fue bautizado mientras era guardián en la cárcel, por el P. Antonio Ishida, uno de los presos, que morirá mártir unos años después que su bautizado.
Matías pasó de carcelero a encarcelado, y fue condenado a la cruz, que padeció, tras los acostumbrados tormentos, el 17 de febrero de 1724. Se conserva la respuesta escrita que alcanzó a dar a la mencionada carta del beato Francisco Tóyama.
Su caso es uno de los pocos bien atestiguados de una persecución que segó muchas vidas en Hiróshima, pero que lamentablemente no están bien documentados, y no es posible, al menos de momento, la beatificación.
Ver el escrito de Mons. Esquerda Bifet reproducido en la hagiografía del grupo.