Marcelo Spínola y Maestre nació en San Fernando (Cádiz) el 14 de enero de 1835, hijo de un oficial de la Armada española y marqués de la corona. Se licenció en Derecho en la Universidad de Sevilla a los 21 años. Abrió un bufete de abogados en Huelva, donde defendería las causas de los obreros sin exigir honorarios, y por eso le llamaron «el abogado de los pobres». Aunque de una manera tardía, se sintió llamado al sacerdocio. En 1864 fue ordenado sacerdote y empezó su periplo por diversos destinos: capellán de la Iglesia de la Merced en Sanlúcar de Barrameda hasta que el Cardenal Lastra le nombra párroco de San Lorenzo de Sevilla integrándose en las hermandades del Gran Poder y la de la Soledad, ambas residentes en la misma parroquia. Del Gran Poder llegó a ser director espiritual y Mayordomo.
El 30 de octubre de 1874 está en el confesionario. Una mujer joven enlutada acude a él buscando orientación. Es Celia Méndez, que ha quedado viuda hace dos meses y medio. En la cruz de la pérdida de su marido ha percibido un llamamiento de Dios hacia algo. Búsqueda, entrega generosa y esfuerzos por parte de Marcelo y Celia cuajarán en la fundación de la Congregación de Esclavas del Divino Corazón en Coria, el 26 de Julio de 1885. Nace así la congregación, con el mismo espíritu de sus fundadores: profunda vida de oración y vivo celo apostólico.
El núcleo de esta espiritualidad que une contemplación y acción apostólica es el Corazón de Jesucristo. La misión concreta de la Congregación es «anunciar a todos los hombres el amor personal que Jesucristo nos tiene» a través de la educación. El estilo con el que las Esclavas realizan su vinculación con el Señor, es el de María, primera Esclava del Señor. Celia Méndez, guiada por D. Marcelo estará al frente de la Congregación durante 23 años. Don Marcelo dirige a las religiosas, las instruye y estimula a realizar la obra de la educación cristiana «formando el corazón de los jóvenes en la verdad evangélica, ilustrando el entendimiento por el conocimiento del saber y transformando así la sociedad».
Se suceden las fundaciones: Coria, Málaga, Ronda, Corte Concepción, Moguer, Sevilla y Linares en vida de los fundadores. En Andalucía se fundan casas en Aracena, Sanlúcar la Mayor y Cazalla y se abre una casa en Madrid. En 1913 la expansión llega a América, Brasil, Rio de Janeiro y en Argentina, Rosario y San Carlos. Son momentos especialmente duros por el estallido de la Primera Guerra Mundial, que dificulta aún más las comunicaciones, de suyo lentas y difíciles en esta época.
El 28 de Mayo de 1879, el Arzobispo Don Joaquín Lluch le nombra canónigo de la Santa Iglesia Catedral de Sevilla. Posteriormente es consagrado Obispo auxiliar de Sevilla. Preconizado por León XIII para la diócesis de Coria-Cáceres. Después, Obispo de Málaga y en 1896, tras la muerte del cardenal de Sevilla, es nombrado obispo de esta diócesis. Abandona Málaga, con gran pesadumbre de sus diocesanos. En su nuevo destino volvió a dar ejemplo de su visión de futuro y de la importancia de los medios de comunicación fundando un periódico «El Correo de Andalucía» «para defender la verdad y la justicia».
En sus pastorales, sus homilías y sus intervenciones públicas, Spínola cuestionó los trabajos de los obreros, denunció los horarios y las malas condiciones en las que desempeñan su labor y reclamó el descanso dominical. Al mismo tiempo, también se muestra crítico con las posturas políticas emergentes que cuestionan a la burguesía y buscan su desaparición. «Él solía decir que la iglesia había abandonado a los más pobres» y Spínola «intenta abrir brecha en esta situación».
Todo esto no fue impedimento para que él, desde su humildad, se planteara en más de una ocasión la posibilidad de renunciar al episcopado, considerándose indigno e incapaz de este ministerio. Y si no se retiró fue, entre otras cosas, por consejo de Della Chiesa, futuro Benedicto XV. Creado Cardenal por San Pío X. el rey de España, Alfonso XIII, le impuso la birreta cardenalicia. En enero de 1906, tras volver de la boda de Alfonso XIII moría en Sevilla. Juan Pablo II, en su visita a Sevilla el 5 de noviembre de 1982, oró ante su sepulcro, que visitó expresamente. En 1987, el mismo Juan Pablo II lo proclamó beato.
Se han reproducido literalmente párrafos del artículo original, aunque no completo ni en el mismo orden.