Francisco Marinoni fue el tercero y último de los hijos de una distinguida familia de Bérgamo, nacido en Venecia en 1490. Al abrazar el estado eclesiástico, formó parte del clero de la iglesia de San Pantaleón. Después de su ordenación sacerdotal, fue primero capellán y luego superior del hospital de incurables de Venecia. Más tarde, se le nombró canónigo de la iglesia de San Marcos, donde fue la edificación de sus colegas y de toda la ciudad. Deseoso de servir a Dios más intensamente, Francisco renunció a su beneficio y, en 1528, ingresó en la congregación de clérigos regulares, conocidos con el nombre de teatinos. A los cuarenta años de edad, hizo la profesión en presencia de san Cayetano y de Mons. Caraffa -más tarde Pablo IV, papa-, fundadores de la congregación, y entonces cambió su nombre por el de Juan.
Cuando san Cayetano partió de Venecia a Nápoles a fundar allí otro convento de teatinos, el P. Marinoni le acompañó. En Nápoles predicó la palabra de Dios con admirable sencillez y fruto de las almas. Varias veces fue elegido superior de la comunidad y supo mantener en ella el espíritu apostólico de caridad y celo en toda su perfección. Tanto con sus oraciones como con sus exhortaciones en el púlpito y en el confesonario, fue instrumento de salvación para muchas almas. Cuando san Cayetano volvió a Nápoles en 1543, el beato Juan fue su brazo derecho en la fundación de montes de piedad en favor de los pobres. El P. Marinoni se negó a aceptar el gobierno de la sede de Nápoles. Allí murió el 13 de diciembre de 1562, asistido por san Andrés Avelino, quien escribió una semblanza biográfica de su antiguo maestro de novicios.
Véase la biografía de J. L. Bianchi, Ragguaglio della vita del B. Giovanni Marinoni, (1763). Existe también una semblanza biográfica de J. Silos, que fue reeditada en 1762 con miras a la beatificación.