Nació el 9 de febrero de 1753 en Frolois (La Meurthe-et-Moselle). Ingresí de joven en la Orden de los Carmelitas Descalzos y profesó en el convento de Nancy el 9 de marzo de 1774 con el nombre de fray Huberto de San Claudio. En 1784 es enviado al convento de Luneville y desde allí vuelve a su convento de Nancy en 1787. Cuando se les propone a los religiosos dejar la vida común o seguir observándola, él opta por esto último. Se le acordó una pensión de 700 libras. Al dejar el Carmen el 1 de octubre de 1791, se fue a una casa particular. El 5 de mayo de 1793 era encarcelado, precisamente, en el exconvento de los carmelitas y declarado fanático peligroso. Al no estar enfermo se le aplicó la ley de la deportación pues se negaba a prestar los juramentos. Se conserva una carta a su madre del 26 de marzo de 1794, diez días antes de su partida para Rochefort, donde consta que ya estaba el 5 de mayo. Fue embarcado en Les Deux Associés y murió el 10 de septiembre de aquel año, siendo enterrado en la isla Madame. Pidió poder atender a los presos, lo que le fue concedido hasta que la enfermedad lo rindió. Todos le tenían por un buen y observante religioso. Fue beatificado el 1 de octubre de 1995 por el papa Juan Pablo II.