El 18 de octubre de 1620, un grupo de cristianos de Japón dirigió a SS Pablo V una carta expresando su disponibilidad de «ofrecer nuestras vidas en testimonio de Cristo y de la santa Iglesia romana... Nada tenemos tan grabado en el corazón como el padecer el martirio, cuando la ocasión se ofrezca, con la gracia de Dios».
Uno de los firmantes de esta carta había sido Francisco Tóyama, noble samurai de Hiroshima, cristiano de vida muy ejemplar, que "tenía ofrecida su vida a Dios". Su ejemplo cristiano influyó en la conversión de muchos. Por no querer apostatar, murió decapitado en su casa el 16 de febrero de 1624, después de recibir los sacramentos, teniendo en sus manos un crucifijo, mientras oraba ante el cuadro de la Virgen atribuido a san Lucas (copia del de Santa María la Mayor). Unas horas antes de morir, escribió una carta alentando a otro encarcelado, Matías Shóbara, donde manifiesta claramente su disponibilidad martirial.
Ver el escrito del grupo, de Mons. Esquerda Bifet, de donde se ha extractado lo correspondiente al beato Francisco.