Franco (o Francisco) Lippi nació en Grotti, cerca de Siena, en 1211. En su juventud era violento, insubordinado y perezoso. Después de la muerte de su padre, gastó su herencia y perdió su tiempo en los juegos de azar y las francachelas. Para evitar que la justicia le encarcelase por un asesinato, Franco se enroló en un regimiento de «condottieri», donde pudo entregarse a sus anchas a todos los vicios. En la madurez, los excesos habían ya echado a perder su salud y le habían puesto varias veces a las puertas de la muerte. A los cincuenta años perdió la vista. La impresión que ello le produjo le cambió el corazón. En efecto, hizo una confesión general y emprendió una larga y penosa peregrinación a Santiago de Compostela. Allí recobró la vista; pero su conversión había sido sincera, y Franco hizo una peregrinación a pie desde Compostela hasta Roma.
Un día, cuando se hallaba orando en una iglesia de los carmelitas, la Santísima Virgen se le apareció y le ordenó que hiciese penitencia pública por todos los escándalos que había dado en Siena. El beato empezó a recorrer las calles vestido con harapos al tiempo que se disciplinaba. Algún tiempo después, pidió la admisión en la orden del Carmelo. Pero, como tenía ya sesenta y cinco años, y su mala reputación no había desaparecido del todo, los frailes no se atrevieron a admitirle y le dijeron que volviese cinco años más tarde. Franco insistió y, finalmente, fue admitido como hermano lego. Dios le concedió diez años de vida en el Carmelo. No sólo los hermanos del beato sino todo el pueblo admiraron su fervor y se edificaron de su austeridad. Según se dice, el Beato Franco tuvo varias visiones y obró milagros. Murió el 11 de diciembre de 1291, y todo el pueblo le reconoció espontáneamente como un santo de gran austeridad. Su culto fue confirmado en 1670. Algunas veces se lo confunde con el beato Franco de Siena (Francisco Patrizi), servita, muerto en 1328.
No existe ninguna biografía contemporánea del beato. G. Lombardelli publicó una en 1590, titulada «La vita del b. Franco Sanese da Grotti»; S. Grassi publicó otra en 1680. Hay un relato más moderno en «Il Monte Carmelo» (1917), pp. 300 ss.