Es una bella y simpática figura de humilde Hermano Menor que, en el pesado quehacer cotidiano o en la petición de limosna ejercida como una continua predicación por cerca de 48 años, dio un espléndido testimonio de fidelidad al Señor. Auténtico contemplativo itinerante, fray Diego centró su alta y sencilla espiritualidad en una robusta piedad cristológica y mariana. La misma simplicidad de sus modales escondía un vigoroso y constante encuentro con Dios a quien él supo descubrir en los hermanos, especialmente los más pobres y necesitados. Esto explica también cómo una verdadera multitud de toda clase y condición social desease encontrarse con él, y cómo de él «hombre todo de Dios», se difundieron paz y serenidad capaces de resucitar en el corazón de muchos la alegría y la esperanza.
Nacido en Vallinfreda, provincia de Roma, diócesis de Tívoli, el 6 de junio de 1839, hijo de Vicenzo Oddi y Bernardina Pasquali, pobres campesinos pero fervientes cristianos («los únicos devotos», los llamaban los campesinos), recibió en el bautismo el nombre de José. Sabía poco leer y poco escribir, pero era el primero en el estudio de la doctrina cristiana. Bien pronto sintió la vocación a la vida religiosa franciscana; pero ante la oposición de sus padres, que tenían necesidad de su único hijo varón por las penurias familiares, José renunció a entrar en el convento. En Bellegra, en 1872, finalmente, a los 33 años fue recibido como «Terciario Oblato». En 1877 los frailes fueron expulsados de su querido «Retiro» y forzados a vivir en casa de algunos bienhechores. Pero Fray José continuó ocupánddose del cuidado del huerto del convento, que había sido confiado a un amigo de los frailes. Con el regreso de los frailes a su convento (1878) y la subsiguiente reapertura del noviciado (1884), fray José fue admitido a la prueba canónica (12 de febrero de 1884), tomando también el nuevo nombre religioso de fray Diego. Hecha la primera profesión el 14 de febrero de 1886 y la solemne el 16 de mayo de 1889, permanecerá en el Retiro de Bellegra, célebre por también por otros santos, como el fundador, santo Tomás de Cori, san Teófilo de Corte, el venerable Franceschino da Ghisoni y el beato Mariano da Roccacasale. Permaneció allí hasta el día de su muerte, ocupándose primero del cuidado del bosque y del huerto y luego ejerciendo el oficio de «limosnero» hasta los últimos años de su vida. Fue verdadero ángel de consuelo para toda la vasta zona del Sublacense, del Tiburtino, del Carseolano y del Veliterno.
Apóstol del buen ejemplo y verdadero testigo de la caridad de Cristo, rodeado de universal fama de santidad. Digno sucesor de los santos que habitaron el sacro Retiro de Bellegra, fray Diego fue perfecto imitador del Seráfico Padre particularmente en la penitencia, en la humildad y en el espíritu de oración, al cual consagraba muchas horas del día y de la noche. Cantando las alabanzas a María y en espíritu de obediencia al Guardián, fray Diego se durmió en la paz de los justos el 3 de junio de 1919. Entre los admiradores de fray Diego y de su estupenda simplicidad podemos enumerar al Papa Juan XXIII quien fue a visitar el Retiro y los recuerdos de fray Diego en 1959 y, feliz coincidencia, pasó a la patria eterna el mismo día que nuestrpo beato: el 3 de junio de 1963. Los restos mortales del querido apóstol «itinerante» son guardados con viva piedad en su querido Retiro de Bellegra, meta de numerosas peregrinaciones. Beatificado por SS Juan Pablo II el 3 de octubre de 1999.