Conrado Confalonieri nació en Piacenza en 1290. Noble, felizmente casado, era muy aficionado a la cacería, un día iba con numerosos acompañantes persiguiendo una presa, que se internó en un monte impenetrable; no resistiendo el afán de cazar la presa, ordena a sus acompañantes prender fuego al monte, pero luego no fue posible controlar el incendio, que destruyó mieses y granjas vecinas. Conrado y su gente entraron en la ciudad sin ser notados; no había ningún testigo que pudiera acusarlos del daño involuntariamente causado. Los damnificados denunciaron el hecho ante la autoridad, se hizo una investigación, apresaron a un pobre hombre cerca del lugar de los hechos, y lo condenaron a muerte.
En la plaza de la ciudad, poco antes de la ejecución, Conrado no pudo resistir el remordimiento de conciencia y se reconoció culpable, y así salvó al inocente que iba a ser ajusticiado. Entonces él fue condenado a pagar todos los perjuicios, lo cual hizo vendiendo todos sus bienes y los de su mujer.
Los dos esposos quedaron en la miseria total. Pero vieron en ello una señal del cielo, y de mutuo acuerdo consintieron en separarse: la mujer, Eufrosina, ingresó al monasterio de las Clarisas en el convento de Piacenza, y él se hizo terciario franciscano, después de peregrinar a la tumba de San Pedro en Roma y luego a otros santuarios. En busca de soledad emigró a Sicilia, y cerca de Noto llevó una vida eremítica en la gruta llamada dei Pizzoni. Allí vivió en oración y penitencia durante 36 años. Se hizo famoso por sus durísimas penitencias. Los viernes bajaba a Noto a visitar a los enfermos del hospital, hacía oración delante de un célebre crucifijo que hay en la catedral. Gozó del don de milagros. En esa misma catedral de San Nicolás, en Noto, fue sepultado después de su muerte, acaecida el 19 de febrero de 1351, a los 61 años de edad. Es venerado junto a san Nicolás de Bari como patrono de la ciudad. El papa Urbano VIII aprobó su culto el 12 de septiembre de 1625.