Ceferino Agostini nació en Verona, Italia, el día 24 de septiembre de 1813. Terminados los estudios teológicos en el seminario diocesano, recibió la ordenación sacerdotal en 1837, e inició su ministerio como Vicario cooperador en la parroquia de los Santos Nazario y Celso, y como asistente del Oratorio de jóvenes, y la catequesis. Ejerció también la función de vicecanciller de la Curia, y acompañó al obispo de Verona en varias visitas pastorales. En 1845 asumió la función de párroco en la misma vasta parroquia mencionada, y ejerció este cargo durante 51 años, con incansable dedicación, empeñándo en su propia santificación y en el trabajo santoral en favor de las almas. En el curso de esos años no faltaron momentos difíciles y dolorosos, tales como las guerras (1848, 1859 y 1866), cuando se dedicó al cuidado de los heridos, y en 1855, cuando trabajó entre los afectados por la epidemia del cólera.
Su vida sacerdotal se vio también caracterizada por la de fundador, no por una opción programada, sino porque una serie de circunstancias lo llevaron a realizar ese designio de Dios. De hecho, buscando una ayuda en el trabajo pastoral, especialmente para la población femenina, recurrió a distintos institutos religiosos ya existentes, pero no tuvo éxito en estos intentos, por lo que se determinó a aprovechar las ocasiones que se le fueran presentando para llevar adelante la promoción de la juventud femenina. A partir del Oratorio para las jóvenes, animado por él con el ideal de santa Ángela Mérici, surgió un grupo de colaboradoras para la Escuela de caridad para las jóvenes.
A partir de 1860 algunas de esas colaboradoras iniciaron vida en comunidad, y el P. Ceferino las confió al cuidado de las Hermanas de la Virgen Niña. Solamente más tarde, en 1869, maduró la convicción de sustentar la obra y de darle una fisonomía, inspirándose en santa Ángela. Ese mismo año le fue encargado constituir en la diócesis una «Compañía de Santa Úrsula», y en ese ámbito se empeñó en formar también un pequeño grupo de jóvenes que tenían resuelto vivir en comunidad y auxiliar en el trabajo parroquial. Esta pequeña semilla germinó poco a poco, y de ella surgió la Congregación de las Hermanas Ursulinas Hijas de María Inmaculada, con el encargo de hacer apostolado, en la específica misión de hacer «todo el bien posible» al prójimo, y en particular a las jóvenes.
La misión de fundador no disminuyó su figura de párroco celoso, pero le trajo una serie de problemas económicos, y mayores empeños. Continuó dedicándose al ministerio parroquial, especialmente en al catequesis, la asistencia caritativa y de formación para la vida cristiana. Innumerables fueron sus instrucciones y exhortaciones, documentadas en sus manuscritos, que testimonian el celo por la Palabra de Dios, y por la orientación en al vida espiritual de todos, sobre todo de lso seminaristas y sacerdotes que recurrían a él en los ejercicios espirituales. El padre Ceferino falleció el día 6 de abril de 1896, dejando un ejemplo a continuar, y un patrimonio espiritual a difundir. Fue beatificado por SS Juan Pablo II el 25 de octubre de 1998.
Traducido, con escasos cambios, de la página en portugués dedicada al beato en el sitio del Vaticano, con origen casi seguramente en la congregación fundada por el beato, de gran difusión en Brasil. En español puede leerse la homilía en la misa de beatificación.