Fue proclamado beato por SS Juan Pablo II el 23 de junio de 1996 en Berlín, en su Alemania. Fue una de las pocas personas en Alemania que en la época nazi se atrevió a alzar la voz en defensa de los últimos, en contra de la eliminación de los pobres y los enfermos mentales, en contra de la persecución de los judios, pagando con su vida este acto valiente y cristiano.
Nació el 3 de diciembre de 1875, en Ohlau, en Silesia (actualmente Olawa, en Polonia), primero de cinco hijos. Creció en el espíritu cristiano del que su familia era rica y fue en Ohlau a la escuela primaria, recibiendo su primera comunión a los 12 años; de jovencito asistía cada mañana a la santa misa con su madre. Continuó sus estudios en Ohlau, hasta que en 1895 se trasladó a Innsbruck, en Austria, para cursar estudios de teología en la universidad local y luego a Breslau, tras lo cual fue ordenado sacerdote en 1899 en la Catedral de Breslau. Después de una primera experiencia pastoral en Neisse, en 1900 fue trasladado a Berlín, donde cumplió hasta 1913 las funciones de vice-párroco y párroco en varias iglesias de la extensa diócesis; desde 1913 hasta 1931 fue párroco de la Parroquia Sagrado Corazón de Charlottenburg, que contaba con 35.000 católicos, pero sólo tenía una pequeña iglesia capaz de acoger a 400 fieles. Pidiendo ayudas, proveyó a la construcción de cuatro iglesias, pero sobre todo se distinguió como un sacerdote de piedad sincera y sencilla, una vida de extrema pobreza y de caridad ilimitada hacia los pobres y abandonados.
En Berlín, donde los católicos eran una minoría y a menudo eran ridiculizados, el padre Bernardo Lichtenberg siempre defendió valientemente los derechos de la Iglesia, a menudo pagando las consecuencias; en 1931 el obispo de Berlín lo nombró miembro del Capítulo y párroco de la Catedral. Hombre de carácter fuerte y valiente defensor de la Iglesia, de los derechos de los hombres, de los sacerdotes y religiosos, fue desde el principio mal visto por los nazis. En 1935, como estaba enfermo el Vicario Capitular, fue encargado de regir la diócesis de Berlín; como supo de la situación inhumana de los campos de concentración, pidió tener una reunión con el primer ministro Hermann Göring, y en su ausencia, le entregó una carta de queja contra tales abusos; esto provocó la ira y luego la venganza de la Gestapo. Al compartir las ideas del heroico obispo de Münster, el beato Clemente Augusto Graf von Galen (1878-1946), también protestó en 1941 contra la eliminación de los enfermos mentales; envió una carta al Jefe de Medicina del Reich, Conti, con copia al canciller del Reich, Hitler, a los ministerios competentes y a la Gestapo; citaremos un párrafo:
«La gente en público dice no saberlo, y los parientes no se atreven a protestar públicamente, porque temen por su libertad y sus vidas. Pero en mi alma de sacerdote grava el peso de complicidad en los crímenes contra la ley, sea moral o del estado. Sin embargo, así fuera yo un simple ciudadano, protesto como hombre, cristiano, sacerdote y alemán, y pregunto a Ud., Director del Orden Médico del Reich, por los crímenes que se perpetran por orden suya o con su aprobación, y que provocan la venganza del Señor de la vida y de la muerte sobre el pueblo alemán.»
Al mismo tiempo trabajó para aliviar el sufrimiento de los judios perseguidos y de los llamados «no-arios»; en 1938 asume la dirección de la «Obra asistencial del Ordinariato Episcopal», encargada de la ayuda a estas personas, aunque también recibió a algunos en su casa. En octubre de 1941 un folleto que se distribuyó de forma anónima, pero de los nazis, dice que quien muestra compasión por los judios, comete un acto de alta traición a la patria. Ante esta amenaza, como preboste de la catedral, el padre Bernardo quiso responder con una declaración de protesta, que leería personalmente desde el púlpito en todas las misas del siguiente domingo, pero tras la denuncia de dos mujeres, la Gestapo realizó una búsqueda, encontró el documento preparado para la protesta, por lo que seguidamente, el 23 de octubre de 1941, el padre Bernardo fue detenido. Fue llevado primero a la prisión de Plötzensee y más tarde a la de Moabit, acusado de dos delitos: el primero de haber obrado contra el Estado, objeto de su predicación ante muchos fieles (en referencia a la oración por Judios y no arios), la segunda, que se había preparado una hoja contra los folletos de propaganda antisemita. Siguieron varios interrogatorios por parte de la Gestapo; el padre Lichtenberg, ya enfermo, no pudo soportar los rigores de la cárcel y agravó, pero no se le dio permiso para estar en un lugar donde pudiera curarse. El 22 de mayo de 1942 fue condenado a dos años de prisión. Con audacia declaró que como sacerdote católico no podía aceptar la filosofía del nazismo y que para él los mandamientos de Dios tenían más fuerza que las leyes del Estado.
Pasada la detención, se le pide que asista en el gueto de Litzmannstadt a los judios bautizados, pero el 23 de octubre de 1943, apenas salido de la cárcel de Tegel en Berlín, fue trasladado al campo de concentración Wuhlheide (en Berlín), y desde allí enviado por las SS al tristemente famoso campo de Dachau, en un estado de salud física tan debilitado que, sin atención médica adecuada ni medicamentos, el viaje equivalía a una sentencia de muerte. De hecho, cuando el 3 de noviembre, tras seis días de interminable viaje en un vagón, llegó a la ciudad de Hof, en Baviera, estaba ya en estado de coma ligero; trasladado a la clínica local, murió el 5 de noviembre de 1943, edificando a todos con su comportamiento sereno. Fue sepultado en el cementerio de Santa Eduvigis, en Berlín, y la fama de su martirio se difundió en toda la diócesis. En 1965 sus restos fueron trasladados a la cripta de la catedral.
Traducido para ETF de un artículo de Antonio Borrelli.