Cuando se habla de la gran importancia y la influencia enorme que ejerció en el medioevo la milenaria abadía de Cava dei Tirreni, no debe pensarse que esta situación de privilegio fue un don gratuito del cielo sin nada de parte de la propia abadía: fue también el resultado de la capacidad y la santidad de los hombres que la componía y guiaban.
El beato Bálsamo fue, entre los grandes abades de Cava, uno de los más ilustres. Rigió con sabiduría el monasterio por veinticuatro años, del 1208 al 1232, en que murió. Era un hombre de letras, que supo conquistarse la estima de los pontífices, e incluso de un personaje muy difícil de contentar como fue el emperador Federico II. A pesar de ser uno de los grandes opositores del papado, fue por simpatía con el literato-abad Bálsamo que Federico II, también él poeta y literato, favoreció cuanto pudo el monasterio de Cava. Los historiadores admiten que estos favores fueron dictados, no tanto por la habitual conveniencia política, cuanto por una genuina simpatía personal.
Entre otras licencias, el abad Bálsamo tuvo capacidad de juzgar sobre la vida, con capacidad para condenar a muerte en el territorio de la abadía, lo que constituía una verdadera y propia prerrogativa de principado. Quizás nunca utilizó esa licencia, pero si que sacó partido a su privilegiada posición para recuperar bienes de la abadía que habían sido injustamente arrebatados por los señores del entorno. Se debe a esto la providencial conservación del archivo histórico y documental de la abadía cavense.
Basado en un artículo sin firma tomado de Santi e beati. Para comprender la importancia de esta abadía, la única de Europa que ha sido ininterrumpidamente habitada como abadía hasta nuestros días, conviene ver también la nota sobre el fundador, san Alferio, y seguir de allí el link al web de la propia abadía.