Alfredo Cremonesi nació en Ripalta Guerina, provincia de Cremona, Italia, el 16 de mayo de 1902. Ingresó en el seminario diocesano, pero durante los años de bachillerato enfermó gravemente de linfatismo, una enfermedad de la sangre. Una vez curado, seguro de que santa Teresa del Niño Jesús había intercedido por él, pasó al seminario para las misiones extranjeras, en Milán, en 1922. Fue ordenado sacerdote el 12 de octubre de 1924; un año después partió hacia Birmania (Myanmar). Un año después se le asignó el distrito misionero que también incluía la aldea montañosa de Donoku.
Siguió los acontecimientos políticos birmanos sin dejar de estar cerca de la población, tanto durante la ocupación japonesa como cuando el país se independizó.
A principios de enero de 1947, Birmania queda libre de la invasión japonesa e independiente de Inglaterra y el P. Alfredo comienza a reconstruir todo lo devastado y a reordenar lo que ahora está abandonado: «Mi vida vuelve a empezar con mucha rapidez, sobre todo tuve que abrir nuevas escuelas, todo el mundo quiere educarse ...». Enseña catecismo y también inglés, asiste y cuida a los enfermos, reanuda sus actividades pastorales. Pero pronto surgen nuevas problemas: Birmania ha logrado la independencia, pero el gobierno central encuentra grandes obstáculos: las tribus de los Cari, y en particular las formadas por bautistas protestantes, se rebelan contra el poder establecido y se entregan a la guerra de guerrillas. Los católicos, que se mantuvieron leales al gobierno, son mal vistos por los rebeldes y tampoco gozan de protección alguna por parte del ejército regular que no se atreve a adentrarse demasiado en el territorio controlado por la guerrilla. Así el P. Cremonesi, tras una incursión de los rebeldes en el pueblo de Donoku, se ve obligado a abandonar su trabajo y refugiarse en Toungoo: «¡Si pudiera volver allí! Lo peor que me podría pasar es que me maten los rebeldes. Pero la agonía de estos meses es peor que cualquier muerte ».
Para la Pascua de 1952, habiendo sido estipulado un pacto de no beligerancia entre los rebeldes y el gobierno que asegura un poco de calma en la región, se atreve a regresar a Donoku. Pero la paz dura poco. Aunque ahora derrotados, los rebeldes realizan continuas incursiones, incluso en las aldeas atendidas por las guarniciones del gobierno. La guerra entre los dos bandos es sin límites; sobre todo, la ira de las tropas regulares contra las aldeas carias, ahora indiscriminadamente sospechosas de favorecer a los rebeldes, es furiosa. Y P. Alfredo, para ayudar a sus cristianos, comparte todos los peligros. Ha obtenido de ambos lados un pase para poder moverse con mayor libertad, pero ahora hasta el gobierno tiene fuertes sospechas sobre él, demasiado obstinado para querer trabajar en la zona guerrillera. Así, tras el fracaso de una operación militar con la que el ejército regular pretendía limpiar permanentemente la región de rebeldes, las tropas gubernamentales, durante la retirada, irrumpieron repentinamente en la aldea de Donoku, acusando al P. Cremonesi y los aldeanos de ayudar e incitar a los rebeldes. Son inútiles las palabras conciliadoras del padre, que intenta explicar y tranquilizar, defendiendo la inocencia de su pueblo. Cegado por la rabia, los soldados ni siquiera le dan tiempo para terminar el discurso. Responden de inmediato con ráfagas de ametralladoras. Primero golpean al jefe de la aldea, que está al lado del misionero, luego se vuelven contra el P. Cremonesi. Golpeado en el pecho, cae al suelo. Es el 7 de febrero de 1953.
Recopilado y traducido a partir de diferentes noticias en Santi e Beati.