Nació el 13 de mayo de 1866, en Soano (Santander), hija de Antonio Quintana y Luisa Argos, de familia piadosa, creció ayudando a la familia en los trabajos del hogar y del campo. A los 14 años murió su madre y ella hubo de hacerse cargo de la casa, educar a sus hermanos y hermanas menores y ayudar a su padre. Se hizo terciaria franciscana y frecuentaba el convento capuchino de Montehano, donde, escuchando un sermón del P. Luis Amigó, decidió hacerse religiosa. El 8 de mayo de 1889, venciendo la oposición de su familia, ingresó en la Congregación de las Hermanas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia en el Santuario de Montiel (España). Hizo su primera profesión en 1891. Adquirió los conocimientos que no había podido adquirir en su pueblo. Fue maestra de novicias, consejera y de 1914 a 1926, Superiora General. Jovial, afable, de fácil relación, austera en su vida, muy sensible a las necesidades de los pobres, a quienes acogía y servía siempre con simplicidad y humildad. Se preocupó grandemente por la formación y el progreso espiritual de las religiosas. Como Vicaria general acompañó a las hermanas durante la guerra civil española, les buscó refugio y las animó a la perseverancia. Se distinguió en la práctica de la caridad, la fidelidad a Dios y al prójimo y su profunda devoción a la Eucaristía. Su último gesto fue un testimonio de fe: quitándose el anillo, signo de alianza perpetua con el Señor, lo entregó a su verdugo y le dijo: “Tómalo en señal de mi perdón”.
Nacida el 6 de agosto de 1872 en Ochovi, Navarra, España, hija de Hilarión Fernández y Juana Francisca Ibero. De familia numerosa, profundamente cristiana y sencilla, pobre y trabajadora. Tuvo otros dos hermanos Capuchinos y dos Terciarias Capuchinas. A los 15 años ingresó en la Congregación de Hermanas Terciarias Capuchinas recién fundada por el P. Luis Amigó. Hizo su profesión temporal el 14 de mayo de 1891. Trabajó en la educación de las niñas huérfanas, en la recolección de limosnas para el sostenimiento de las mismas, y los trabajos domésticos, fue superiora local y por treintaiséis años consejera general. Ejemplar en su consagración, paciente, comprensiva, humilde, amante de los pobres, siempre disponible para el servicio, justa, firme y sincera, muy devota del Santísimo Sacramento. Cuando estalló la guerra civil vivía en Masamagrell. Organizó refugio seguro para las postulantes y novicias y luego, apresada con Sor Rosario, con ella sufrió el martirio.
Fueron beatificadas en marzo de 2001.