Josefina Suriano nació el 18 de febrero de 1915 en Partinico, centro agrícola de la provincia italiana de Palermo, arquidiócesis de Monreale. Se la conocerá con el diminutivo de «Pina». Era la primera hija de los jóvenes esposos José y Graciela Costantino, que vivían modestamente de la producción de la tierra. El 6 de mayo de 1915 Pina fue bautizada en la entonces única iglesia parroquial de la «Santísima Virgen de la Anunciación» (o Annunziata). Pina era de índole dócil y sumisa y particularmente sensible al espíritu religioso que reinaba en su familia.
En 1922 recibió los sacramentos de la penitencia, primera comunión y confirmación. En el mismo año ingresó en la Acción Católica (AC) siendo primero «benjamina», después aspirante y finalmente joven de la Acción Católica (en adelante AC). A los doce años Pina empezó a participar con profundo espíritu eclesial en la vida parroquial y diocesana, tomando parte activa en todas las iniciativas de la AC, sobre todo en las que se dirigían a afrontar los problemas locales. El centro de sus actividades fue la parroquia, donde con total disponibilidad cooperaba con el párroco, Don Antonio Cataldo, que fue a la vez su director espiritual y confesor.
A partir de 1937, cuando se erigió la nueva parroquia de la «Santísima Virgen María del Rosario» a la que perteneció entonces la casa de Pina, Don Andrés Soresi, nombrado párroco, se convirtió en su director espiritual y confesor y después también en su primer biógrafo. En 1938 Pina fue designada delegada de las secciones menores: angelitos, pequeñísimos, benjaminas y aspirantes. De 1939 a 1948 fue secretaria de la AC y de 1945 a 1948, si bien era parte del grupo de las mujeres, fue nombrada presidenta de las jóvenes por pedido de las mismas. En 1948 fundó la Asociación de las Hijas de María y fue su presidenta hasta la muerte.
La participación de Pina en la AC fue algo que hay que tener presente, puesto que los intereses que ella cultivó y las aspiraciones y los actos religiosos de su vida surgieron precisamente de su compenetración con el hecho de ser miembro de la AC. Esto explica cómo ella, con el transcurrir de los años, se transformará en una experta de la vida y del mensaje de Jesús, de la misión de la Iglesia y de la vocación de los hombres a la santidad. Puso como fundamento de su apostolado la oración, el sacrificio, la misa, la comunión y la meditación cotidiana, el estudio de la palabra de Dios y la adhesión al magisterio de la Iglesia.
Merece una consideración especial la relación de Pina con su familia ya que si bien ella se comportó siempre como hija perfecta en los servicios que le confiaban y en la sumisión a sus padres, debió enfrentarse con la cerrazón de su madre respecto de las prácticas religiosas. En efecto, Doña Graciela no quería que Pina transcurriera tanto tiempo en la iglesia, porque veía desvanecer los propósitos matrimoniales que soñaba para ella. El voto de castidad que hizo Pina el 29 de abril de 1932 en la capilla de las Hijas de la Misericordia y de la Cruz, que era la sede social de la juventud femenina de la AC, demuestra que su compromiso religioso surgía de una opción de vida. Las palabras que pronunció y escribió en su diario aquel día son las siguientes:
«En este día solemne, Jesús mío, yo quiero unirme más a Tí y prometo ser cada vez más pura y más casta para ser una azucena digna de tu jardín».
Con el permiso de su director espiritual, Pina renovaba todos los meses este voto y, fiel al mismo, rechazaba las distintas propuestas de matrimonio que más de un joven le dirigía, conquistado por su gracia y su belleza. Intentó varias veces entrar en la vida religiosa, pero se encontró con dificultades insuperables. Y mientras rezaba esperando obtener la bendición de sus padres para entrar en la vida religiosa, seguía participando con espíritu eclesial en la vida de la parroquia y de la diócesis, como socia y responsable de la AC y como presidenta de la Pía Unión de las Hijas de María.
Viendo que no podía ingresar en la vida religiosa, Pina quiso dar al Señor la última prueba de su inmenso amor y el 30 de mayo de 1948, junto con otras tres compañeras, se ofreció como víctima por la santidad de los sacerdotes. En septiembre de 1948 y antes que se manifestara su enfermedad, Pina tuvo la grandísima alegría de participar en una peregrinación a Roma, con ocasión del XXX aniversario de la Juventud Femenina de la AC. Fue verdaderamente llamativa la coincidencia entre el acto de su ofrenda como víctima y el comienzo de una forma de artritis reumática tan fuerte que le dejaría un defecto cardíaco que luego la llevará a la muerte. Hasta el último momento siguió dando un ejemplo sublime de perfección, feliz de que su ofrenda como víctima por la santidad de los sacerdotes estaba siendo aceptada.
Murió improvisamente de un infarto el 19 de mayo de 1950. La participación masiva en la capilla ardiente y en su funeral fue la prueba de que la opinión común sostenía que había muerto una santa. Al día siguiente los restos mortales de Pina recibieron sepultura en la tumba de familia en el cementerio municipal de Partinico. El 18 de mayo de 1969 se realizó el traslado del cuerpo desde el cementerio municipal a la iglesia parroquial del Sagrado Corazón, en Partinico. Fue beatificada por SS Juan Pablo II el 5 de septiembre de 2004.