Antonia Luzmila Rivas López, nació el 13 de junio de 1920 en la provincia de Parinacochas, Ayacucho, Perú. Sus padres Dámaso Rivas y Modesta López; la primera de una familia numerosa de 11 hermanos, todos nacidos en Coracora.
Como hija primogénita, Antonia Luzmila, debía ayudar en los quehaceres del hogar, su rutina no era sólo en la casa, sino implicaba trabajo en la chacra o cuidando a los animales, de lo cual disfrutaba mucho, recorrió tantas veces los caminos del campo, contemplando las maravillas que el Señor había creado. El contacto con la naturaleza enriqueció y fortaleció su espíritu de amar la creación cultivando la tierra y su cuidado.
Desde muy pequeña conoció a Dios en la calidez del hogar, donde su madre jugó un rol importante y decisivo para su vocación, del mismo modo, la cercanía y participación en la Parroquia del lugar, a cargo de los Padres Redentoristas en aquella época. Su Amor a Dios se vio reflejado desde su temprana edad, pues siempre mostraba su inquietud vocacional de pertenecer a una Congregación Religiosa.
Es así que, en 1942 ingresó a la Congregación Ntra. Sra. de la Caridad del Buen Pastor, y en octubre del mismo año inició su noviciado, adoptando el nombre de María Agustina, desde entonces se le empezó a llamar cariñosamente “Aguchita”.
Su incorporación definitiva a la Congregación se dio el 8 de febrero de 1949, entregándose a la Misión con amor y disponibilidad. Llamando la atención su celo ardiente e incondicional. Siempre tenía palabras de aliento y estímulo para las jóvenes, el cansancio no era para ella, siempre acogedora, serena y de sonrisa fácil “El Señor habitaba en ella”; pasando la mayor parte de su vida religiosa en la casa del Buen Pastor de Barrios Altos – Cercado de Lima. En los años 1970 a 1975 fue enviada a la comunidad de las Hermanas Contemplativas del Buen Pastor, en Salamanca, Lima; apoyando en el servicio de enfermería, allí compartió experiencias y animadas conversaciones con las hermanas quienes la recuerdan como una “excelente y abnegada enfermera, con un gran corazón”
En 1976 integra la Comunidad de Reina de la Paz (Casa Hogar), en Ate, Lima; donde fue la hermana mayor que ponía el sello de solidez y a quien siempre se podía recurrir en busca de ayuda, serenidad y paz. Se manifiesta la confianza en la providencia al ver crecer esta casa hogar para acoger a las jóvenes brindando una formación integral donde ella desempeña un rol fundamental, empoderando a las mujeres, capacitándolas para el trabajo (tejido, cocina, repostería, manualidades, crianza de animales menores, cultivo de plantas ornamentales y frutales).
Desde 1978 aproximadamente, la Congregación del Buen Pastor inició en el Centro Poblado “La Florida”, Provincia de Chanchamayo, en el Departamento de Junín; un trabajo apostólico desde un proyecto de promoción, propulsor del desarrollo autónomo de la comunidad. La Florida llegó a ser para la Congregación un centro piloto, a partir del cual se irradiaba la acción a las comunidades vecinas: organizaciones femeninas con programas de salud, educación, nutrición, alfabetización y manualidades, así como clubes juveniles y catequesis familiar. Mientras el país sufría una de las más graves y devastadoras crisis por el terrorismo en esta zona; María Agustina, en el año 1987, fue a la misión de La Florida, cumpliendo de esta manera su ilusión de ser misionera en la Selva, para trabajar por las personas más necesitadas en este pueblo olvidado. Se lee en sus notas:
“El señor es demasiado delicado. … un día en la meditación me hizo recuerdo de la “ilusión” grande que tenía cuando descubrí mi vocación de ser religiosa: era trabajar en la selva; de esto han pasado años y me digo el Señor me ha traído para darme gusto antes de morir y a la vejez, en fin, soy arcilla entre sus manos”. Hna. Sofía Canales, comenta: Hablar de ella es traer a la memoria muchos recuerdos “fraternos” …siempre estaba al servicio, atenta, humilde y sencilla…con ella uno se sentía en total confianza… la última vez que conversé con ella estábamos de retiro. Me puse mal…fue ella quien iba todos los días a atenderme y uno de esos días me contó que ya le habían dado su misión y me dijo que se iba a la Florida y le dije: ¿y hasta cuándo? “hasta que la obediencia me diga”. ¿No te da miedo? “si, tengo miedo, pero es la obediencia la que me manda, el Buen Pastor va tras las ovejas que necesitan y esta gente me necesita…”.
A inicios del año 1989, Aguchita era plenamente consciente del peligro que representaba estar en La Florida (zona de emergencia), tal es así, que comunica a Hna. Provincial, la presencia de Sendero Luminoso, que había ingresado a la zona y causado la muerte de dos pobladores y otros atentados en este lugar, encomendándose a Dios.
En 1990, tuvo que permanecer un tiempo en Lima, porque su salud empezaba a causarle serias molestias; sin embargo, no fue impedimento para que decida regresar a La Florida, pues decía: “allá me necesitan, debo ir cuanto antes”. Una vez allí, volvió a retomar su trabajo, con las mujeres campesinas, niñas y jóvenes.
La Fe en Dios y sus ganas de ayudar a la comunidad de la Florida hizo que su trabajo siguiera cosechando frutos, hasta que el día 27 de septiembre del mismo año al promediar las 3 de la tarde, un grupo subversivo de Sendero Luminoso reunió en la plaza a todo el pueblo y asesinó a 6 personas, entre ellas a la Hna. María Agustina, quien hasta el último momento pidió clemencia para las otras víctimas.
En este contexto, fue selectivamente asesinada nuestra Hermana María Agustina Rivas, Murió dando testimonio de su fe en el Señor de la Vida y de su pertenencia al pueblo sencillo y desvalido del interior del país. Murió sin defensa como mueren día a día nuestros pobres. Murió como una peruana humilde que no puede comprender cómo es posible que en un país de hermanos se estén matando unos a otros.
P. Daniel Córdova, O.F.M., especialmente cercano a hermana Agustina, su confesor en los años de la misión en La Florida. “Estuve junto a ella, desde el momento en que las autoridades, arrancándola de la tierra y separándola de sus compañeros de muerte, la trasladaron a la ciudad de La Merced (Chanchamayo). Estuve en el cementerio, en la morgue y durante la autopsia, al lado de su cadáver. En esos instantes, como nunca, me sentí más cerca de su vida. Me hice muchas preguntas: ¿Qué sentido tenía la muerte de Hna. Agucha? ¿Por qué ella precisamente? ¿Qué sentido tenía su martirio?... Fueron momentos muy difíciles y crudos. Ver su cuerpo atravesado por las balas…pero una existencia atravesada por la fidelidad y la consagración de una vida. La muerte de Agustina es para asumirla en el amor. Amó y solo buscó hacer el bien entre los pobres, entre los pequeños, los pobres de la tierra. Amar al pobre es amar la Vida, es amar al Dios de la Vida. No hay Amor si no hay Vida; ni existe la Vida si no se ama. Dios es Amor y por eso es Vida. La Vida triunfa sobre la muerte y se hace nueva en el sufrimiento inmerecido, en la injusticia y en la muerte de quien vive amando”. María Agustina, se convierte en la primera religiosa asesinada por Sendero Luminoso y forma parte de la lista de miles de víctimas que hubo en el Perú, cuyas vidas fueron arrebatadas por la violencia y el odio, pero el amor y la humildad de Aguchita dio testimonio de su fe en el Señor.